Siempre que anuncian elecciones, temo que la bolita me designe como vocal o presidente de mesa electoral, y me entra un sudor frío pensando en las doce horas de recolector de papeletas con esos interventores políticos merodeando, sabuesos pesquisidores del mínimo error. Vivo sin vivir en mí hasta que salen las listas. Ahora he descubierto el motivo de mi sufrimiento: no tengo una causa justa ni noble ni un sentimiento profundo que me pueda zafar de mi deber como ciudadano: No entiendo el fútbol.
Imaginando excusas para librarme del engorro, jamás se me hubiera ocurrido algo como lo que aduce un sevillano, que pide no ser presidente de mesa el próximo 10 de noviembre porque tiene que ir a ver el partido entre el Betis y el Sevilla. Francisco, que así se llama, el socio 3.498 del Betis. Ha enviado una carta de renuncia a la Junta Electoral porque en agosto pagó 330 euros por un abono para ir a los partidos del Betis durante toda la temporada; que cuando lo hizo no sabía que el día del derbi sevillano habría elecciones y que faltar a dicho encuentro deportivo supone para el dicente un menoscabo en su estado de ánimo y un daño moral incalculable.
Alega ser un defensor a ultranza de la Carta Magna y cumplidor celoso de los deberes civiles que dimanan de la misma, de tal manera que si la celebración de las elecciones generales no coincidiera con la fecha fijada para el antedicho encuentro deportivo, estaría orgulloso del nombramiento como presidente de la mesa electoral. No obstante, coincidiendo ambas citas en el día y debiendo prevalecer la asistencia de una sobre otra, don Francisco no puede más que decantarse por el partido de su equipo, el Betis, al que ha antepuesto en circunstancias únicas y de trascendente importancia a lo largo de su vida, tales como la fecha en la que contrajo matrimonio o el nacimiento de su primera hija, al que no asistió por estar en un encuentro deportivo. Eso es tener las cosas claras.