En los 46 años que llevo cambiando la hora, atrasando una cuando llega octubre y adelantándola cuando llega abril, no he logrado entender por qué lo hago, ¿por qué lo hacemos? En ocasiones he preguntado a los supuestos expertos qué se gana o qué se pierde con el cambio horario, y jamás encontré una explicación lógica ni creíble. Pero henos aquí estrenando horario, con la cara de idiota que se le queda a uno si su hijo le pregunta el porqué de esta norma.
El año pasado se le ocurrió a la Comisión Europea, después de 46 años, preguntar a los ciudadanos qué opinaban del cambio de hora. En el conjunto de la Unión Europea, de los que participaron votando, un 84 por ciento estaban en desacuerdo con cambiar de hora, mientras que en España eran un 93 por ciento los que se mostraban contrarios al cambalache. Así las cosas, la Comisión Europea se ha dado de plazo hasta el 2021 para tomar una decisión de fijar el horario o seguir cambiándolo en otoño y primavera. Es increíble que nadie sepa explicar los beneficios de una norma que todo Dios asume sin rechistar.
Es como "Las normas de la casa de la sidra". Gran película, en la que unos trabajadores negros que recogían la manzana, tenían en el barracón donde se alojaban una lista de normas de obligado cumplimiento que les señalaba el capataz cuando llegaban cada temporada. Lo que al final se descubre es que los jornaleros no saben leer y que, sistemáticamente durante su estancia, las incumplen todas, como la de fumar en el tejado. La diferencia con la peli está en que nosotros sí sabemos leer, pero también somos más gregarios, aún sin entender lo que dice.