LOS REPORTEROS
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Zoo de Jerez: lo que el público no ve

Los Reporteros se cuela en un centro, a punto de cumplir 70 años, para conocer el día a día de profesionales dedicados a investigación, protección y cuidados.

Casi 900 animales de todo el mundo habitan este parque: el más veterano es un caimán de 55 años, pero la estrella es una cría de jirafa nacida en Nochevieja. 

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CANAL SUR MEDIA 6 febrero 2022

Un zoo del siglo XXI no es ya esa instalación en la que encontrábamos animales abandonados o sufriendo. Uno de los objetivos de los zoológicos modernos es la recuperación de especies en peligro de extinción. Los Reporteros se ha colado, literalmente, en las jaulas y las áreas prohibidas del zoo de Jerez de la Frontera, un espacio a punto de cumplir 70 años.

Del Amazonas al desierto de Arabia. Casi 900 animales de todo el mundo habitan este parque. El más veterano es un caimán de 55 años, pero la estrella es una cría de jirafa nacida aquí la pasada Nochevieja. Ejemplares todos que requieren múltiples cuidados, algunos con gran riesgo para los técnicos. Todo un reto teniendo en cuenta que el 75% de las especies de este zoo están en peligro de extinción.

"Los zoos antiguos están desfasados, pertenecen al pasado. Los zoos modernos no trabajan para tener monos en una jaula para echarle cacahuetes. Centros como este se dedican a conservar y reproducir especies para futuros y actuales proyectos de reintroducción", cuenta el veterinario Miguel Ángel Quevedo. Lo corrobora el también veterinario José María Aguilar: "El lince, el quebrantahuesos, las especies ibéricas de rapaces... Nosotros aportamos nuestro granito de arena para que no desaparezca nuestra fauna y dejar un buen legado a nuestros hijos y nietos".

Tras meses de parón por la pandemia, vuelven las visitas de escolares. Los recibe Luis Rodríguez, guía guía y monitor de educación del zoo: "Los animales están aquí por un motivo, y es que no pueden sobrevivir en la naturaleza, por la tala de los árboles, por los incendios, por la caza furtiva...".

La apertura de puertas ha sido a las diez, pero el parque arranca antes del amanecer con una reunión de balance y tareas. La cucaburra cacarea al alba a la par que los cuchillos suenan en la cocina. Es hora de zafarrancho. Verónica Cancelo, cuidadora, cuenta que hacen comida "para unos 900 animales". Y aparte de la comida que sale de aquí, comen alfalfa, pienso, heno. "El hipopótamo puede comer 150 kilos diarios de fruta y verdura. Si algún animal está enfermo, como ahora la tapira, le preparamos su dieta que es especial".

"Se trabaja en un recinto interior que el público no ve. Se intenta que el contacto no sea directo, bisontes, avestruces, animales considerados más peligrosos, siempre hay algo que puede ocurrir", prosigue Fernando Carrasco, cuidador que luce tres puntos de sutura en la oreja por un picotazo del águila cuando fueron a ver su estado: "Había estado en tratamiento la semana anterior. Se había manejado un par de veces. Entonces el animal asoció que yo entraba e iba a manejarlo y se tiró y me impactó aquí en la cara. Son cosas aisladas y no suele ocurrir normalmente", ríe.

Su compañera María José Coca es también precavida: "Yo ante un mandril no me quiero ver, la verdad. La jirafa, aunque es un animal menos agresivo, el riesgo es que empiece a correr y te pegue una patada". Lo entiende: "Los animales encerrados, no están en libertad, entonces tienen mucho tiempo libre, se aburren... Intentamos que estén lo mejor posible, es un tema de bienestar animal".

Miguel Ángel Quevedo cuenta la rutina: "Día a día, el público visita el zoo y ve animales en instalaciones, en recintos, y detrás de eso hay un equipo de personas que trabajamos por su bienestar y para que se desarrollen los programas de especies que están en peligro de extinción". José María Aguilar lo comparte: "Gracias a los zoos hemos tenido la oportunidad de recuperar algunos animales que están totalmente extintos en libertad, como, por ejemplo, el caballo de Prezelswalski, orix de Arabia, el quebrantahuesos...". 

Los principales programas de conservación se desarrollan en el área de reproducción de especies amenazadas, una zona a la que tampoco tiene acceso el público. Conseguimos entrar con la suerte de ver el anillamiento de un ibis eremita. José Cabral, supervisor de biodiversidad, relata: "Estamos marcando con transmisor y anilla de lectura a distancia uno que se va a liberar. Nació aquí el año pasado y ahora se libera después del proceso de adaptación. El proyecto del ibis eremita lo que hace es recuperar un ave que está extinta en nuestra área". Comenzó en 2004 y ya hay un contingente de más de 150 aves.

Otro área restringida nos lleva a conocer a Castañuela. Es uno de los dos linces que los visitantes pueden ver a través del cristal. Tenemos el privilegio de acceder a la parte interior de la instalación donde la tratan. "Castañuela es un animal geriátrico, que tiene una edad avanzada y necesita una medicación. El cuidador de esta zona es el que se encarga de trasladársela al animal, y asegurar que la come porque le da calidad de vida", explica el cuidador Juan Caballero.

Nos enseña en el monitor a la otra pareja de linces: la reproductora. "En este momento están iniciando las cópulas", indica. Su contacto con los humanos es mínimo; de ahí su vigilancia a través de un circuito cerrado de televisión. "Podemos observar la reproducción, el momento en el que empiezan a copular. Lo detectamos de momento", sigue.

Esta es la zona también de primeros auxilios, la sala de observación del zoo. "Todo lo que hay aquí son animales en cuidados veterinarios y necesitan una atención especial, incluso individualizada, medicaciones, comida específica y una revisión diaria", apostilla el mismo cuidador. 

Presenciamos el chequeo a un par de muflones, a los que disparan previamente para anestesiarlos. El veterinario Miguel Ángel Quevedo expone: "Son animales que no se pueden capturar a mano. Es un chequeo rutinario. Estamos sacando sangre, se desparasita, se le toman muestras de diferentes partes... Lo hacemos siempre que tenemos la posibilidad de inmovilizar a un animal".

Los preparan para llevarlos a un zoo de Francia. "Nos ha pedido esta subespecie de muflón. Tenemos un contacto continuo con zoos europeos", indica el veterinario. "Siempre estamos moviendo animales para evitar el problema de la consanguineidad y para que toda la población que mantenemos en cautividad esté sana tanto desde el punto de vista genético como el físico y mental".

Esa búsqueda del bienestar animal ha supuesto renunciar en este zoo a animales como el elefante, porque "algunas instalaciones se nos han quedado un poco anticuadas". Tienen "planes para reformar y ampliar; la idea es quizás tener menos animales, pero en mejores condiciones y con más espacio".

Lo secunda su colega José María Aguilar: "Los zoos que no cumplen con una serie de condiciones, por supuesto, los primeros que estamos en contra somos nosotros. Pero un zoo que cumple esas tareas importantes de investigación, educación y, sobre todo, la conservación, es un gran valor a tener en consideración".

El guía Luis Rodríguez señala que "al corazón de los escolares" intentan "llegar siempre principalmente explicándoles el ecosistema del animal". Hoy les ha traído un cráneo del tigre "para explicarles la diferencia entre los felinos, y otras veces veces contándole cosas muy personales, como la vida de Lulú que es un chimpancé que vivía con un fotógrafo". La trajeron y tuvieron que enseñarle "a ser un chimpancé".

"Tenemos un pequeño taller educativo en el que Pepón [el hipopótamo] me abre la boca, ¡ábreme, ábreme, qué bueno este hipopótamo!, y les explicamos cómo utiliza los molares para masticar, cómo los dientes son solo para defenderse y pelear. En mi caso con el hipopótamo, con Pepón, hay un vínculo muy especial".

Verónica Cancelo reconoce que "después de tantos años les coges mucho cariño, forman parte de tu familia". Está entregando la comida a los lemures: "Ellos ya están acostumbrados y nos ven aparecer con el remolque a la hora de la alimentación y ya están pendientes de nosotros".

Vínculos emocionales que se van cargando en la mochila como también las anécdotas. Miguel Ángel Quevedo recuerda una: "En los años 90, cuando se escaparon la pareja de chimpancés y nos tuvo distraídos, incluso se salieron del parque. Ese escape tuvo su historia...". 

Una historia, la del zoológico que, curiosamente empezó en un depósito de agua. Se abre al público en contadas ocasiones. Excepcionalmente permiten que entremos. "El depósito del Tempul forma parte del primer abastecimiento que tuvo la ciudad, que comenzó hace 150 años, 1869. Es una instalación que nadie se espera que esté dentro del zoo".

Última parada de la visita a un zoo en el que cada día hay un descubrimiento, un imprevisto, una cría que nace, llega o se va... Una historia viva, una caja de sorpresas, como reflexiona Miguel Ángel Quevedo: "Los animales te enseñan mucho. No solo es que te sorprendan, sino que no hay dos días que sean iguales. Es algo que hay que vivirlo".

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