Si todo sale como está previsto, consensuado, pactado y bien atado, hoy a la hora del telediario Pedro Sánchez habrá dejado de ser presidente en funciones y habrá sido investido presidente de un gobierno de coalición. Un gobierno sustentado por diez partidos, solo con la mayoría de dos diputados y dieciocho abstenciones. Muchos se preguntarán: ¿Y que estabilidad es esa? ¿Podrá dormir tranquilo Pedro Sánchez? y lo que es más peliagudo, especialmente para los contribuyentes: ¿Podremos dormir tranquilos nosotros? Porque al margen del barullo que hemos presenciado el pasado fin de semana en el Congreso, de lo que hoy se vote y decida, del gobierno que resulte, quienes primero vamos a padecer sus consecuencias (como siempre) seremos los ciudadanos.
Claro que también pudiera ser que fuéramos los beneficiados, aunque lo veo difícil dado el conglomerado de partidos, siglas, intereses, recelos, resentimientos desatados en el entorno de Pedro Sánchez. Una operación que aún hoy, a tan solo horas de la votación definitiva, está en un tris de hacer un tras como percibimos en el nerviosismo de los socialistas. Más que todos los podemitas, republicanos, nacionalistas, bildus y terueles, la política práctica ha de contar con dos imprescindibles apoyaturas: La autoridad moral (sin la que cualquier decisión que tome será tenida por imposición) y la eficacia (sin la que todo gobierno debería ser puesto de patitas en la calle). Y no veo en sus aliados ni en el propio adalid de la aventura que se cumplan estas dos cualidades: autoridad moral y eficacia. Gala decía que la primera cualidad de un político es un buen oído, pero dado el panal en el que se ha metido el aspirante debemos suponerle sordo como una tapia pues no escucha ni a rey ni a roque en su persistencia de pasar el camello por el ojo de la aguja.
Sánchez se defiende argumentando que algo habrá que hacer después de dos elecciones y un año largo sin gobierno. Pero resulta que por el camino elegido, y sobre todo de los compañeros de viaje, no nos fiamos un pelo después de haber visto y oído a los republicanos catalanes y a los abertxales en la tribuna del Congreso. Y pudiera ser, cosa harto difícil, que en su osadía Sánchez logrará fortuna, mas si convenimos que la política es el arte de lo posible, hoy, aquí y ahora, mejor sería definirla como la negación de la evidencia