Quien se la hubiera comprado al ayuntamiento almeriense debería además haberse ocupado de derribarla en su totalidad y de retirar los escombros. Pero fue precisamente esa última condición la que la salvó de la piqueta.
Iniciada su construcción en el año 955 por iniciativa de Abderramán III, y terminada por Hayrán, rey de la taifa de Almería en el siglo XI, la emblemática fortaleza que domina la ciudad desde su elevado emplazamiento estuvo a punto de convertirse en polvo. Fue en 1866, cuando el ayuntamiento de Almería decidió que la Alcazaba le sobraba y la sacó a subasta por lo que valía entonces una fanega de trigo: 1.175 pesetas.
El monumento salía tan barato porque la condición para comprarlo incluía el compromiso de derribarlo y retirar todos los escombros. Y fue el alto coste de estos últimos requisitos lo que la salvó de ser demolida, ya que nadie aceptó tales condiciones.
A lo largo de su historia, la Alcazaba ha sido recinto militar y hospital durante epidemias del cólera, e incluso estuvo a punto de convertirse en parque de atracciones. Sólo se inició su protección cuando fue declarada Monumento Histórico Artístico en 1931, y hoy por hoy es el segundo conjunto monumental más visitado de Andalucía.
El ayuntamiento de 1866 no tenía, evidentemente, ni cultura ni visión de futuro.