El alto precio de la electricidad lleva a muchos a buscar alternativas más baratas para calentarse.
Detrás están incendios pavorosos que, durante 2020, se llevaron la vida de 22 personas en Andalucía, como contamos en Los Reporteros.
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El mal uso de la energía está detrás de los incendios en viviendas durante la fase más fría del invierno que dejan, cada año, decenas de muertos. El alto precio de la electricidad lleva a muchos hasta alternativas más asequibles, como la leña o el carbón, para calentarse. Pero es importante recordar algunos consejos para que la solución no acabe convirtiéndose en el problema.
Incendios trágicos como los acontecidos recientemente en el Bronx de Nueva York, Japón o nuestro país, casos de Moncada, Barcelona, Almería, Úbeda… con resultados de muerte de hasta 24 personas o familias al completo, evidencian que los fuegos domiciliarios, pese a los adelantos, siguen resultando enormemente mortíferos. Y es que llegadas estas fechas, según las estadísticas, los siniestros lejos de disminuir incrementan o cuando menos mantienen gran número de víctimas.
El último informe de víctimas de incendios en España evidencia que en 2020 su número alcanzó 164 defunciones, de las que 119 fallecidos perdieron la vida en el propio domicilio y de cuyo número en términos absolutos Andalucía se lleva la peor parte con 22 bajas. Aún así fueron 4 menos que en el año inicio de pandemia, cuando estuvimos 3 meses encerrados.
¿Pero realmente puede achacarse toda la culpa a la serie de circunstancias que evidencian los profesionales? O ¿habría también que tomar en consideración cambios que experimenta la sociedad? Visitamos la última carbonería de Sevilla capital, con más de un siglo ya en el mismo lugar y negocio del que han vivido cuatro generaciones. La venta de carbón se ha reducido a una tercera parte, pero hoy es centro cultural, se despacha más leña y bombonas de camping gas.
Por primera vez, los mayores de 64 años ya no son los más afectados en el cómputo de víctimas, sino el grupo comprendido entre 30 y 63. También se evidencia que la intoxicación produce más muertes que las quemaduras, 66% frente al 24%, y que sólo en el fin de semana se produce un 51,2% de todos los fallecimientos.
Decía William Shespeare que hereje no es el que arde en la hoguera, hereje es el que la enciendo. Salvando distancias, convendría preguntarse ante la situación por qué España, siendo el país de la UE que aglutina mayor número de personas viviendo en torres de pisos frente a unifamiliares, -a razón de las dos terceras partes y por extensión mortalidad por incendios-, no existe legislación que obligue o cuando menos facilite ayudas para la instalación de alarmas contra incendios en los domicilios privados. Algo que -y esto es lo importante- podría aminorar, según los expertos, hasta en un 70% los siniestros con desenlace fatal. Y qué decir de los enganches ilegales de luz en barriadas marginales que llevan décadas con el silencio cómplice de la administración, y que no ayuda a que nuestro país rebaje la media anual en la última década de finados por fuego, entre 140 y 155. Seguro que, sin perjudicar a los más vulnerables, se podría hacer algo más.