El Foro Económico Mundial cifra en 7 millones los trabajos perdidos sólo en viejos oficios en el último trienio.
En Los Reporteros hablamos con artesanos que sobreviven a duras penas y ya no encuentran aprendices que les releven.
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Sobrevivir. En ese empeño están multitud de oficios abocados a desaparecer. La cuarta revolución tecnológica, como así la llaman, está arrinconando profesiones que, aparentemente, dejan de ser necesarias, o son sustituidas por sistemas inteligentes. Entre tanto bit y algoritmo, hoy hablamos con artesanos que día a día tienen que hacer filigranas para salir adelante o sin aprendices que les releven.
Acomodador de cine, ascensorista, limpiabotas, pregonero, colchonero e incluso las tradicionales telefonistas son hoy profesiones prácticamente extintas. Y es que el Foro Económico Mundial cifra en 7 millones los trabajos perdidos sólo en viejos oficios en el último trienio. Y aún peor: según estudios de la Universidad de Oxford y el Banco Mundial, entre 400 y 800 millones de trabajadores, correspondientes a 700 profesiones, se verán reemplazados hasta el 2030 por la automatización y robotización de labores.
Puede parecer broma, pero hasta mediados del siglo pasado tostadores de café, vendedores de pastillas para la tos, santeros, serenos, repartidores de leche, recaderos, lectores para fábrica, lateros, cazadores de alimañas e incluso resucitadores de muertos constituían trabajos socialmente reconocidos. Hoy otros, más prácticos en la sociedad actual, corren ya un equiparable peligro de desaparecer. Es caso, de los tallistas de Semana Santa o los talleres de la más delicada costura; relojeros especializados o esos zapateros remendones, cuyos conocimientos atesorados desde 1909 les han valido hasta para ser llevados hasta la casa real para vestir pies.
Entoladora, dícese de quien pasa a un tul dibujos y encajes con puntadas tan finas que se confunden con el tejido de fábrica. Es oficio de esta mujer, especializada en restaurar vestimentas centenarias y reconocida por la Junta como primer modista maestra artesana.
José Manuel Tirado es hijo del considerado mejor restaurador de esferas de reloj. En 2014 creó junto a otros 10 profesionales la Asociación Nacional de Relojeros Reparadores, y hoy su número ya se acerca a la sesentena. Objetivo: poner en valor la enorme cualificación del colectivo frente a las grandes marcas.
Visitamos un taller fruto de las enseñanzas del que es considerado más prolífico tallista de la Semana Santa en época contemporánea. Manuel Guzmán Bejarano. Su mano derecha, José Luquiño, hoy ya nonagenario, y su último aprendiz nos explican por qué tesituras pasa el oficio.
Cabe preguntarse cuando menos qué sentido tiene hacer la vista gorda al final de oficios como los presentes, cualificados en extremo, honestos y, a la vista del trabajo, aún ampliamente valorados por la sociedad. Especialmente cuando recientes normativas, como la Ley de Consumidores que entró en vigor este 1 de enero, evidencia una ampliación del tiempo de garantía de electrodomésticos y productos electrónicos de 2 a 3 años y de 5 a 10 para sus piezas y repuestos, con el fin de hacer frente a esa obsolescencia programada, cuyos desechos ya representan 55 millones de toneladas/año y de lo que le toca a Europa apenas existe capacidad para reciclar un 40%. Una vergonzosa engañifa evidenciada por historias como las de las indestructibles medias de nylon que Dupont sólo se atrevió a comercializar por unos meses en los pasados años 40 o la bombilla que la Shelby Electric Company creó en 1890 y que hoy, 120 años después, sigue alumbrando el parque californiano de Bomberos de Livermore para vergüenza de la última tecnología led.