El 22 de julio de 1975 cinco personas fueron brutalmente asesinadas en el cortijo de Los Galindos en la localidad sevillana de Paradas
No hubo detenidos, ni juicio ni tampoco pruebas
El crimen sigue siendo una gran incógnita 50 años después
El crimen de Los Galindos cumple hoy medio siglo. José González, Manuel Zapata, Ramón Parrilla, Juana Martín y Asunción Peralta, fueron las víctimas de una matanza incomprensible y horrendo que nunca ha sido aclarada y que aún hoy, 50 años después, representa a la vez una incógnita y un clamoroso fracaso judicial. Ocurrió el 22 de julio de 1975.
A media tarde de aquel 22 de julio de 1975, una cuadrilla de olivareros vio a lo lejos una columna de humo que sobrevolaba Los Galindos y acudieron de inmediato. El pajar era pasto de las llamas, pero el cortijo estaba desierto.
Al forzar la puerta, la Guardia Civil halló el cadáver de Juana Martín, la esposa del capataz, brutalmente asesinada. Y el espanto solo acaba de comenzar porque la paja incandescente ocultaba los cuerpos mutilados del maquinista de la finca Pepe González y de su mujer Asunción Peralta.
Era noche cerrada cuando Ildefonso Arcenegui, el hijo del médico forense de Marchena y Pepe Zapico, agente judicial, localizaron en una cuneta el cuerpo tiroteado de Ramón Parrilla, el tractorista del cortijo.
Para entonces, Los Galindos se había convertido en una romería macabra. En pocas horas, cualquier elemento de prueba estaba contaminado.
Al principio se sospechó del capataz, en paradero desconocido, hasta que el cadáver de Manuel Zapata apareció tres días más tarde. Fue asesinado con saña.
El administrador reconoció que estuvo por la mañana en el cortijo. Nunca fue imputado. El marqués, Gonzalo Fernández de Córdoba y Topete, teniente coronel del ejército de Franco, se encontraba el día del crimen en Málaga y fue interrogado aunque en circunstancias singulares.
¿Quién o quiénes cometieron los asesinatos? Posiblemente nunca lo sabremos. El crimen de Los Galindos ha generado ríos de tinta, pero la verdad última de lo que sucedió sigue siendo una página en blanco.