A partir de cierta temperatura el organismo comienza a tener dificultades para conciliar un buen descanso en la cama. Paradójicamente, conviene evitar las duchas frías.
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El umbral de temperatura donde el calor empieza a alterar es sueño está en torno a los 23 grados. Esta dificultad se produce porque tenemos un reloj biológico en el hipocampo del cerebro que regula las horas de sueño y vigilia, y la temperatura le influye.
Además de las medidas habituales que favorezcan el sueño, como la oscuridad, el silencio, los horarios regulares, evitar llevarse el móvil a la cama, las cenas copiosas y otras conocidas, el calor requiere sus propios trucos.
Las duchas frías son contraproducentes aunque parezca lo contrario, porque activan el organismo y el cuerpo tiende a compensarlo aumentando su temperatura. Por eso son más convenientes las duchas con agua tibia.
Podemos ayudarnos también bajando horas antes las persianas del dormitorio; poniendo un ventilador y si es de techo, mejor. Conviene también utilizar música clásica, leer un libro, tomarse una infusión y otros trucos según las preferencias de cada uno.
Los especialistas en trastornos del sueño, el neumólogo José María Benítez y la psicóloga Ana García, nos cuentan lo principal que hay que saber sobre cómo conseguir un buen sueño.