HOY EN DÍA
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Cómo volver a la auténtica normalidad: la lección de Wuhan

Desde la provincia China más castigada por el coronavirus llegan imágenes impensables.

Proliferan fiestas, grandes aglomeraciones, y sin mascarilla.

En Hoy en Día hemos hablado con Fernando Arenzana, un virólogo que vive en Shangai para saber cómo han controlado el virus.

CANAL SUR MEDIA 4 noviembre 2020

Fernando Arenzana, virólogo y director instituto Pasteur de Shangai, tiene claro que en China han ganado la batalla al virus por un compendio de razones de las que sobresalen que oriente y occidente son "sociedades diferentes y regímenes políticos diferentes". Lo ha explicado en Hoy en Día donde confirma en que Wuhan y el resto del país, la situación "está normalizada". De ahí las imágenes, impensables en occidente, de grandes fiestas, aglomeraciones, ausencia de mascarillas... que tanto impactan.

Dice Arenzana que en oriente "el problema se concibe más de manera conjunta que individual". Además, los gobiernos tienen más a "yugular la infección, más que a verlas venir, y luego mitigar" que es lo que, a su entender, se ha hecho en occidente donde, además, se ha confiado en exceso en la capacidad de los sistemas sanitarios para atajar la pandemia que en la previsión.

"Cuando se va a yugular se toman medidas más rápidas, eficaces y en el tiempo en que se debe". De lo contrario, subraya., se extiende en el tiempo la toma de decisiones con medidas menos restrictivas que pueden dejar escapar el virus. "Le llaman segunda ola pero podemos decir que se ha escapado el control. El virus no ha cambiado". 

Relata el virólogo cómo el confinamiento en Wuhan fue "absoluto, dramático como no lo han conocido nunca en occidente", mientras que en el resto de ciudades también se restringió enormemente la movilidad aunque no tan duro. Además, las medidas se aplicaron con rigor. Eso se suma a que "la sociedad está habituada a protegerse y sensible a proteger salud comunitaria". 

En Europa, cree Arenzana, uno un problema de improvisación que aún se paga porque el riesgo de pandemia era "no una profecía, sino un pronóstico". Es decir, que iba a llegar y se sabía. "Pecamos de arrogantes", zanja. 

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