LA VOZ DE VIGORRA
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LA VOZ DE VIGORRA

El tiempo medido en latidos del corazón

JESUS VIGORRA 23 diciembre 2019

A esta hora de la mañana se cumplen las 24 del primer día del invierno recién estrenado. Quiere decir que el sol iluminará dos minutos más cada día nuestro hemisferio. Y dentro de unos días un año más que pasa.

Estamos demasiado condicionados por contar y recontar, pesar y medir; cuando en realidad no se cumplen años, se cumplen recuerdos, momentos malos o momentos felices. Se cumple salud o enfermedad, ilusión o desengaño, amores o llantos. Una vez que dejamos de contar la vida por abriles -como se hacía en mi juventud y cantaban las folclóricas- la vida debería recordarse por aquellos momentos que nos marcaron: el primer amor, el nacimiento de un hijo, el año de la nieve, el final de la carrera, cuando nos fracturamos el brazo o cuando nos partieron el corazón.

El tiempo no es una medida para nada que importe. El concepto del tiempo debería ser algo personal, pero tuvo que venir el reloj de la catedral de Nuremberg, con el calvinismo metiendo prisa, para empezar a dar los cuartos y hacernos creer que el tiempo es oro. Siempre contándolo, para hacernos correr tras él, o delante de él, tan loquitos como el conejo de Alicia. Por eso de jóvenes, todos tenemos cara de conejo. Y lo somos, es el tiempo el que nos va haciendo personas. Por eso el tiempo es mucho más que oro: ES VIDA. Por eso hay que vivirlo todo apasionadamente, la escasez del tiempo también; porque el tiempo no transcurre, transcurrimos nosotros, y nosotros nos iremos y no volveremos más, como cantan los villancicos.

Dejemos de calcular el tiempo por los minutos y los días, los cumpleaños y las efemérides, la nómina o la hipoteca, la Navidad, la Semana Santa, la feria o el veraneo, y calculemos el tiempo por los latidos del corazón...

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