Eran aventureros o delincuentes pero, sobre todo, pobres que querían mejorar.
Un estudio del catedrático Pablo Pérez Mollaína retrata la vida de estos marineros.
Se embarcaban en travesías de alto riesgo, pero también eran trabajadores privilegiados. Un estudio del catedrático Pablo Pérez Mollaína retrata la vida de los marineros de la flota de Indias.
Algunos iban por aventura. Otros, huyendo de algún delito, eran delincuentes que desertaban como emigrantes ilegales en las Indias. Incluso había niños, como los desharrapados que pintaba Murillo, raptados o entregados a los dueños de los barcos. Pero la mayoría eran pobres que soñaban con atar los perros con longaniza. Los estudios sobre el Descubrimiento nunca nos habían detallado su historia anónima. Pero ellos fueron la fuerza de trabajo de la industria más sofisticada en la Sevilla capital del mundo de su tiempo.
Las bellísimas ilustraciones del alemán Christoph Weiditz los retrata sorteando tormentas, implorando alguna protección divina o severamente vigilados por el silbato y el látigo del contramaestre. Perdidos en el abismo del océano, las travesías en los galeones eran durísimas. Pero ellos tenían derechos, cobraban en moneda y podían vender su propia cuota de especias.
Los hombres del océano. Fueron la intrépida mano de obra de un gran negocio. Pero, hasta ahora, no tenían un libro de su memoria.