El programa Los Reporteros comprueba en Isla Mayor (Sevilla), una de las zonas productoras más importantes de España, la caótica situación por la sequía y la alta salinidad del agua que ha llevado a que no se pueda cultivar este año.
Las tierras arroceras del Bajo Guadalquivir producen un 42% de la cosecha nacional, generando un negocio estimado en 800 millones de euros y la creación de de 5.000 puestos de trabajo.
La solución, dicen los productores, pasa por las mejoras de las infraestructuras y la regeneración de las aguas, aunque para ello advierten tendrán que esperar siete u ocho años.
Las tierras arroceras del Bajo Guadalquivir, productoras de un 42% de la cosecha nacional, se quedan esta campaña sin sembrar. La falta de agua embalsada para inundar los campos con garantías pone en pérdida un negocio estimado en 800 millones de euros y generador de 5.000 puestos de trabajo. Y es que localidades como Isla Mayor, en Sevilla, dependen por entero, de una u otra manera, de la siembra de este recurso alimentario.
La concesión de Confederación Hidrográfica del Guadalquivir es tan escasa esta campaña para minimizar la salinidad de las mareas que ha llevado al sector a dejar la totalidad de tierras en barbecho.
Alvaro Pallares, arrocero y presidente de la Junta Central Regantes Margen Derecha Guadalquivir lo ejemplifica: "Solamente nos han asignado en torno al 11% de nuestra dotación normal y con esa cantidad de agua es inviable el cultivo del arroz. Esto significa un paro total en la actividad agrícola". La solución la ve a largo plazo, pero mientras no sabe qué va a ser de ellos. "Estamos activando un plan de modernización en el cual nos vendría el agua directa desde Peñaflor y ahí tenemos el apoyo del presidente de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, Joaquín Páez y también del Ministerio. Pero, claro, necesitamos que pasen 7 u 8 años que es lo que va a durar la obra", señala. Así que el sector tiene claro que la solución viene por la mejora de las infraestructuras e insta a estudiar la regeneración de aguas.
Ya en la campaña pasada, en 2022, solo se pudo plantar el 30% de la superficie cultivable de Sevilla y el año anterior, únicamente el 50% y los dos anteriores se desecharon 80.000 toneladas de arroz por la mala calidad del agua ante la alta salinidad del río.
No es la primera vez que no pueden sembrar. Lo peor es que está siendo algo recurrente y lo que sucedió en el año 1983, se repitió en el 89, en el 92, en el 95 y también hubo grandes sequías como esta en 2007 y 2008.
El temor es que estos parones haga que se vayan perdiendo clientes paulatinamente y, sobre todo, que cuando vuelvan los precios estén por los suelos por la competencia de países como Camboya o Myanmar que tras tres años con una normativa europea que evitaba la entrada masiva de su arroz, ahora pueden traerlo a Europa. Y algunos productores advierten que la calidad no va a ser la misma.
Sin inundación de las tierras el otro gran damnificado es el sector que vive del cangrejo. Lo que empezó como plaga a finales de los 60 se ha convertido en gran generador de trabajo: Hasta 1.500 personas, casi una cuarta parte de la población de Isla Mayor, viven del crustáceo. Algunas industrias para no perder el mercado incluso ahora lo traen de Extremadura y Marruecos. Y es que Sevilla es el tercer productor del mundo y el primero de Europa en cangrejo rojo y no tienen ayudas, denuncia el sector.
Aún así, para los expertos en avifauna, el mayor damnificado es el medio ambiente. Corredor migratorio de centenares de aves en su paso del Estrecho, tienen al arrozal como principal comedero
Dice un proverbio inglés que "no se aprecia el valor del agua hasta que se seca el pozo". Ocurre con el arroz sevillano, producción que, pese a las críticas por sus necesidades hídricas -entre 8.000 y 11.000 metros cúbicos/ha, representa entre un 2 y un 5% de los puestos laborales y de la remuneración salarial del sector agrario andaluz. Y es que este producto, que se exporta en un 85% gracias al sello de producción integrada por el mínimo de químicos, ya representa una quinta parte de la cosecha europea y casi la mitad de la española, pese ocupar una tercera parte de superficie y ser la comunidad valenciana la que cuenta con un mayor predicamento.