Sean Connery mantuvo una larga relación con Marbella y ejerció de embajador de la ciudad malagueña como destino ideal para los amantes del golf, su deporte favorito. Llegó a principios de los 70 siendo ya un actor mundialmente conocido.
Como tantas otras celebridades, pasaba largas temporadas en la Costa de Sol junto a su esposa Micheline. La pareja adquirió una lujosa mansión junto al mar a la que pusieron el nombre de finca Malibú, escenario de grandes fiestas y eventos.
Pero Aquella relación idílica con Marbella terminó veinte año después de una forma abrupta. A finales de los 90, el actor vendió su lujosa casa por nueve millones de dólares.
Los terrenos de Malibú fueron recalificados por el gobierno municipal del Grupo Independiente Liberal (GIL), lo que permitió construir un edificio de cuatro alturas con 72 inmuebles de lujo. Connery y su esposa fueron imputados por un delito urbanístico y citados a declarar en octubre de ese año. Ambos adujeron problemas de salud y no acudieron a la comparecencia. Finalmente fueron exculpados.