En Huelva se conservan trece danzas rituales, algunas que se remontan a la Edad Media.
En Los Reporteros hemos buceado en sus orígenes con ayuda de la antropología.
Durante la primavera y el verano disfrutamos en el Andévalo y la Sierra de Huelva de distintas danzas rituales. Tradicionalmente varoniles, su origen se remonta en muchos casos a la Edad Media. Son un legado que se transmite de generación en generación, y que se ha convertido en signo de la identidad única de esta comarca onubense. Hoy, en Los Reporteros, descubrimos el sentido de estas singulares danzas que nos conectan con nuestra historia.
Tradición colectiva, ritual sonoro y en movimiento que dibuja el mapa de un pueblo y sus gentes. Música, trajes y objetos... símbolos de una identidad forjada a través de los siglos. Las danzas rituales de Huelva se reinventan en sus fiestas locales con estas originales coreografías: las “mudanzas”. Identidad profana y pagana. Siempre la misma y siempre diferente.
La danza de los cascabeleros en honor a San Juan Bautista de Alosno es una de las catorce danzas rituales de Huelva protegidas por ser parte del patrimonio cultural andaluza. Sus orígenes se pierde en un pasado remoto que resucita como por milagro cada vez que estos danzantes las ejecutan. Contagiando su poderosa energía a todo aquel que, año tras año, o por primera vez en su vida... las contempla.
Ocurre cada 24 de junio. A las diez de la mañana San Juan Bautista sale de la Iglesia de Nuestra Señora de Gracia en procesión por las calles de Alosno. El santo no va solo, durante cuatro horas los cascabeleros danzan ante su imagen complejas mudanzas que cambian al son del tamboril y la gaita.
Como en Alosno, en otros once pueblos onubenses los danzantes lucen durante sus fiestas locales indumentarias elaboradas y objetos únicos: espadas, lanzas, arquillos o garrotes. Todas comparten su incierto origen histórico y su carácter varonil.
En Andalucía solo se conservan 13 danzas rituales en Huelva, tres en Córdoba y dos en Granada. Con la llegada de la Democracia, a partir de los años 80, estas danzas se empiezan a ver como un símbolo de identidad, parte del Patrimonio. En la mayoría de los pueblos del Andévalo onubense, se levantan esculturas, que recuerdan a la figura de los cascabeleros.
En los ensayos previos a su fiesta patronal participa todo el pueblo. Los niños juegan bailando, las mujeres forman un círculo alrededor de los danzantes. Todo ocurre con precisión y naturalidad. Tradición: la palabra baila jugando a ser ella misma y a serlo todo a la vez. En estas danzas el rito antiguo evoluciona para seguir vivo.
En el fandango parao de Alosno los danzantes se retan, bailando por el amor de una mujer. La batalla termina finalmente en abrazo. Es el eco de una reconciliación que enlaza pasado y futuro: esa que une a los pueblos con su cultura.