El gobierno del exterrorista Al Sharaa afronta numerosos retos, con un 90 por ciento de la población bajo el umbral de la pobreza.
Se cumple un año de la caída del régimen de Bachar al Assad en Siria. Los rebeldes asaltaron el palacio presidencial. Muchos se dieron al saqueo, mientras se liberaba a los presos del régimen en la temible prisión de Sednaya.
Un año después, los sirios celebran su libertad, aunque el país sigue padeciendo mucha inestabilidad. Miles de personas se han echado a las calles para celebrar la caída, hace ahora un año, del dictador Basher al Asad. Su régimen familiar, que antes lideró su padre, duró 53 años, pero cayó en solo 11 días fugaces el 8 de diciembre de 2024.
Al frente de los revolucionarios estaba este antiguo yihadista, Al Golani, que ha recuperado su nombre familiar, Al Sharaa. Este lunes ha reaparecido con el mismo uniforme militar con el que entró en Damasco hace un año.
Al Asad se exilió en Moscú con su familia mientras los rebeldes tomaban su palacio presidencial, símbolo de un poder sangriento apoyado por Rusia e Irán.
Más de 30.000 civiles murieron asesinados, torturados o enfermos de tuberculosis solamente en el matadero que fue la prisión de Saydnaya. Numerosos sirios siguen buscando a sus familiares desaparecidos entre rejas. Pero el que fue uno de los países más bellos y cultos de la región quiere mirar hacia adelante y buscar alianzas.
La nueva Siria de Al Shara, que es sunita como sus aliadas Turquía o Arabia Saudí, enfrenta numerosos problemas económicos, con un 90 por ciento de la población bajo el umbral de la pobreza, y de respeto a las minorías religiosas. Pero hoy es día de celebración, de bengalas y banderas.