El presidente del gobierno, dos vicepresidentes, Pablo Iglesias y Nadia Calviño; la ministra de trabajo, Yolanda Díaz; la patronal y sindicatos sellarán hoy en el Palacio de la Moncloa, -con toda la pompa y circunstancia que tanto gusta al poder- la subida del Salario Mínimo Interprofesional a los 950 euros. Calderilla, si lo comparamos con los sueldos de todos los que hoy se van a juntar para tal celebración.
Pero ocurre que, desde las filas socialistas, le han torpedeado la fiesta al gobierno de izquierdas. Guillermo Fernández Vara, presidente de Extremadura, la región con más paro de España junto con Andalucía, ha bramado contra la subida del salario mínimo que le mandará al paro a la mitad de los extremeños. Como siempre, habló un cojo. Hace tres años (vayan a Google y busquen) Fernández Vara festejaba entonces la subida del salario mínimo en un 22% pues, según él, siendo sus vecinos los que menos cobraban (siempre el agravio por delante) tal ascenso iba a repercutir notablemente en su región.
Vaya por delante que para vivir hoy con mil pavos una familia tiene que hacer filigranas. Lo cual no rebaja la dificultad de pagar los 950 más los seguros para muchos autónomos, pequeños empresarios y familias que contratan el servicio legalmente y pagan la Seguridad Social (no como hacía Pablo Echenique con un sueldo de profesor de Universidad). Ejemplos: ¿Cuántas personas que no tienen ayuda a la dependencia pueden pagar el salario mínimo para ser asistidas? ¿Cuántos autónomos que podrían tener un aprendiz pueden pagar el salario establecido? ¿Cuántos agricultores y ganaderos, de los que me escuchan a esta hora porque son madrugadores, pueden contratar a quién les ayude en el campo? ¿Cuantos padres honrados podrán conciliar pagando legalmente a la persona que cuide de sus hijos y de su casa cuando están currando?
La economía sumergida, que existe -de lo contrario andaríamos a bocados unos con otros- puede aumentar como avisa el presidente extremeño. No basta con querer hacer el bien y con firmar acuerdos que luego ya veremos, porque las cosas no son blancas o negras, tienen grises, matices. Tantos como personas somos y situaciones vivimos. El que la lleva la entiende.