Auge y caída de Juan Carlos I

La marcha del rey emérito ha tenido una gran repercusión fuera del país. 

Alguna prensa extranjera no duda en calificar la acción del monarca como huida y recuerdan el perfil del hombre que reinó durante cuatro décadas en España.

Juan Carlos I abandonó España antes de que se conociera la carta que enviara a su hijo

4 agosto 2020

La marcha del rey emérito, que algunos no han dudado en calificar de huida, se produce con el acuerdo de la Casa Real que pone un cortafuegos con las presuntas actividades irregulares de Juan Carlos I, un monarca que se había ganado el respeto no solo de España sino de toda la comunidad internacional por su papel en la transición y en la consolidación de la democracia.
La historia pondrá en su sitio todo esto que vivimos ahora porque de héroe a villano no se pasa en unas horas. La prensa y los medios, también internacionales, buscan los resquicios del perfil del hombre que fue rey, sin que ese fuera su destino que consiguió ponerse al frente de la transición, que abortó un golpe de estado y que convirtió en juancarlistas a toda una generación de republicanos. 

Hoy, al tiempo que se escriben las líneas de sus haberes, se busca su imagen en un complejo de lujo, la Casa de Campo, en República dominicana, propiedad de su amigo Pepe Fanjul, donde le sitúan algunas fuentes. Pero no hay constancia oficial ni de Casa Real ni del gobierno. Cuentan que puede ser un primer destino hasta que se establezca definitivamente y que está dispuesto a volver si le requiere la justicia.

Lo único cierto es que Juan Carlos I abandonó España antes de que se conociera la carta que enviara a su hijo y que la salida se realizó cuando se autorizó desde Palacio. Una salida que quiere poner distancia con la corona, que inevitablemente vive sus momentos más complicados, y ya van unos cuantos. Desde la cacería en Bostwuana, donde descubrimos públicamente a Corinna, y que pudo suponer el principio del fin, hasta el Caso Noos, que sentó en el banquillo a la infanta Cristina y condenó a su marido Iñaki Urdangarín, la Casa Real se emplea a fondo para separar la institución de las personas. Pero fácil, no parece.

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