El hambre mueve manadas, es la hora de comer

En Jaén, bajo la imponente silueta del pico Los Ronceles que da nombre a la ganadería, cada día tiene su ritual inmutable: la hora de comer. Para los animales de esta finca, especialmente los añojos y erales, este momento es el más importante. Llevan la hora de comer grabada en su mente, esperando a que los mayorales y vaqueros cumplan con su cita. Hoy, sin embargo, la llegada fue un poco tardía. Los añojos, novillos de un año, ya estaban esperando. Eran sesenta añojos en total, y su espera los tenía "enfadados". El hambre es "muy mala", y en el campo, es una herramienta clave para el manejo del ganado.

Como bien señala José, gracias al hambre, "mandamos de la otra manera, mandan ellos". La señal llega con una voz. José da una voz, y como si fuera magia, los novillos que estaban dándose la vuelta o de espaldas, como diciendo "Hoy no comemos", giran inmediatamente. Saben que si no vienen, "la sopa se enfría". Y saben quién es el que llama. El vehículo protagonista en esta faena es un viejo Land Rover. Con casi un siglo de existencia y 40 años al servicio en la finca, los animales lo conocen bien.

Saben que la comida está aquí y lo siguen de cerca, acercándose a él. Es en este momento de la comida, con todos los animales reunidos, cuando se aprovecha para observarlos y repasar su estado de salud. En verano, por ejemplo, se revisan especialmente los ojos, ya que la paja puede saltar y causarles daño.

La comida comienza con los añojos, los más pequeños, de un año. Se acercan al Land Rover sin problema. Pero el verdadero interés surge al pasar a los erales, que pronto serán utreros. Estos son más grandes, están a punto de cumplir 3 años y, a primera vista, uno podría pensar que serían menos nobles o se fiarían menos. Sin embargo, ocurre lo contrario.