A los 17 años, durante un breve intercambio de diez días, conoció a Francesco. Doce años después, ese flechazo la llevó a la ciudad roja.
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Esta semana en "Andalucía por el Mundo", viajamos a la vibrante ciudad de Bolonia para conocer la historia de Beatriz Hohenleiter, una sevillana que ha encontrado en la capital de la región Emilia-Romaña mucho más que un nuevo hogar: ha hallado una pasión, una comunidad y la confirmación de que su esencia andaluza es una fuerza que la une al mundo.
El viaje de Bea a Bolonia comenzó con una historia que parece sacada de una película. A los 17 años, durante un breve intercambio de diez días, conoció a Francesco. Doce años después, ese flechazo adolescente se convirtió en el motivo de su mudanza a Italia, una muestra de que el amor verdadero no entiende de fronteras. Ahora, la fotógrafa y directora sevillana no solo vive en Bolonia, sino que la ha adoptado como un lienzo para su arte. Con sus ojos de artista, nos muestra una ciudad que, como Sevilla, late con una vida de calle incesante, en la que el arte y la comunidad son los verdaderos protagonistas.
Desde el corazón de la ciudad, la majestuosa Piazza Maggiore, Bea nos sumerge en la rica historia boloñesa. Nos cuenta la curiosa leyenda de las dos torres, símbolos de poderío y un amor que desafió los límites sociales, y nos desvela uno de los secretos más fascinantes de la ciudad: la "venganza" de Giambologna en la Fuente de Neptuno. Subiendo al Palacio de Accursio, desde donde se contempla una panorámica impresionante del casco antiguo, establece un paralelismo entre las murallas de Bolonia y las puertas de Sevilla, una conexión que subraya su idea de que ambas ciudades, aunque distintas, comparten la esencia de la vida en comunidad.
A lo largo del recorrido, la sevillana reflexiona sobre cómo vivir lejos de casa ha reforzado su identidad. Reconoce que la apertura y la confianza rápida, tan típicas de los andaluces, aquí requieren más tiempo. Sin embargo, su carácter no se ha perdido; al contrario, lo reivindica y lo siente con más fuerza. Esta idea se magnifica cuando el programa nos sorprende con la aparición del padre de la presentadora, un artista que se confiesa fanático de la obra del tío abuelo de Bea, un célebre pintor de carteles sevillanos. Este emotivo encuentro evidencia que el arte, como la esencia andaluza, viaja y conecta a las personas en los lugares más inesperados.
Bea también nos muestra la tradicional Osteria del Sole, un lugar sin cocina donde la gente se reúne para beber vino y compartir su comida. Después de disfrutar de unos embutidos locales. Para finalizar, Bea nos presenta a Francesco, el motivo que la llevó a la ciudad roja. Los dos comparten la pasión por el cine y el amor por Sevilla y Bolonia.