Cuenta Marta Garrido que los niños que llegan al sistema de protección de menores están muy dañados porque han vivido situaciones muy traumáticas, de mucho dolor. Al mismo tiempo, son resilientes, empáticos y luchadores.
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Marta Garrido es directora de un centro de protección de menores. En realidad es una casa donde llegan niños adolescentes desamparados con los que se trabaja, primero para reparar sus daños emocionales y, posteriormente, se les forma para que adquieran todas las habilidades posibles.
Permanecerán en la casa hasta que cumplan los 18 años, después deberán buscarse la vida solos, un empleo, una casa, un futuro. Nos cuenta Marta Garrido que los niños que llegan al sistema de protección de menores están muy dañados porque han vivido situaciones muy traumáticas, de mucho dolor. Al mismo tiempo, son resilientes, empáticos y luchadores.
Pide a la sociedad que valore a los niños por cómo se comportan y no por donde residen o cuál es su procedencia. Y a la administración que cuide de las personas y entidades que trabajan con menores "porque estar en primera línea es agotador" . Reconoce que ser directora de un centro de protección de menores es un trabajo que engancha porque siempre estás aprendiendo. Y no consigue separar lo personal de lo profesional porque es una ocupación en la que te vuelcas y solo de esa manera puede hacerse un buen trabajo.