LOS REPORTEROS
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Maradona, del mito a la leyenda

En el Sevilla estuvo apenas 7 meses, 29 partidos y marcó 7 goles

Jugó un amistosos con la camiseta del Granada en 1987

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MANUEL LADRÓN DE GUEVARA 28 noviembre 2020

En la muerte, como en la vida, todo lo que rodea Maradona es puro exceso. Probablemente, quien mejor comprendió por qué tanto afecto fue el escritor Eduardo Galeano de quien escribió que "Diego Armando Maradona fue adorado no sólo por sus prodigiosos malabarismos sino también porque era un dios sucio, un dios pecador, el más humano de los dioses".

Los Reporteros glosa la figura del astro del balón que nos ha dejado esta semana a los 60 años.

Nació Maradona en Villa Fiorito, un barrio privado luz, de agua, de teléfono, como siempre le gustó recordar. Pasó de los cebollitas a Argentinos Jrs, a Boca, viajó a Barcelona, donde descubrió la dureza del fútbol europeo y la cocaína, al Nápoles italiano y a la gloria, con estación de paso en el mexicano estadio Azteca. Once segundos necesitó aquella tarde dichosa para convertirse para siempre en el héroe de de los argentinos.

En el verano de 1992 Sevilla vivía los últimos meses de la Expo. Y en un inesperado fin de fiesta aterrizaba en la capital andaluza, Maradona. Fue en septiembre. Fueron apenas siete meses. 29 partidos, 7 goles. Menos de lo que la afición del Sevilla esperaba. Mucho menos de lo que el mismo Maradona necesitaba para volver a ser Maradona. Soñaba con jugar otro Mundial. Y con ganarlo. Pero su genio de genio ingobernable lo traicionó otra vez.

No fue la del Sevilla la única camiseta de un equipo andaluz que vistió Diego. En septiembre de 1987 se enfundó fugazmente, en un partido amistoso junto a sus hermanos, la del Granada.

En Junio de 1994 Canal Sur retransmitió desde el Foxboro Stadium de Boston el partido Argentina-Grecia, del Mundial de EEUU. Maradona jugó y marcó. Lo que no sabíamos en ese momento es que era su último gol con Argentina. Días después, otra condena por dopaje terminó para siempre con su carrera como futbolista de élite.

Llegó después una caída interminable. Una voluntad ciega de ser cada vez menos Diego y más Maradona. La confesión pública de sus adicciones, acusaciones de maltrato, y una colección de excesos que fueron minando inexorablemente su salud.

El corazón de Diego Armando Maradona se paró el miércoles pasado. Tenía 60 años. Sus funerales, como los de los héroes de la antigüedad, han sido trágicos. Inspirador de escritores, músicos, cineastas y poetas, uno de ellos escribió el que puede ser su epitafio: la mayor desgracia de un mito es estar vivo y convivir con el enorme peso de su sombra.

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