Dos reportajes abordan realidades marcadas por la solidaridad y la resistencia, un proyecto artístico que lleva esperanza a la infancia de Perú y la historia de un pescador gambiano obligado a huir por denunciar la sobreexplotación de los mares.
El programa “Solidarios”, que se emite este domingo en Canal Sur Televisión a las 09:30 horas, presenta dos reportajes que abordan realidades marcadas por la solidaridad y la resistencia.
Sonrisas de Constantina a Perú
“Pintando Sonrisas por el Mundo” es un proyecto de cooperación internacional impulsado por la Escuela de Pintura El Gurugú de Constantina (Sevilla). Su objetivo es ayudar mediante el arte a la población infantil de Abancay, en Perú, un país donde más de una cuarta parte de sus habitantes vive en situación de pobreza.
La iniciativa comenzó en 2018 con el envío de cientos de kilos de material escolar a las zonas más desfavorecidas de Abancay, ciudad de 89.000 habitantes situada en la vertiente oriental de los Andes. Este apoyo es fruto de la generosidad de numerosas personas y entidades.
Además, el proyecto ha creado en Abancay un aula de pintura que sirve de herramienta educativa y emocional para los menores. Ante la grave falta de agua potable, “Pintando Sonrisas” financió en 2018 la perforación de un pozo artesiano. En 2025, gracias a nuevas aportaciones, el agua de ese pozo —situado a 4.800 metros de altitud— llega canalizada a la población, mejorando de forma decisiva sus condiciones de vida.
Pescadores sin peces
El segundo reportaje aborda las causas menos visibles de la migración forzada, motivada no solo por guerras o persecuciones, sino también por la crisis climática y la desaparición de recursos. Ese es el caso de Abou Sene, un pescador gambiano que se vio obligado a abandonar su país tras denunciar la sobreexplotación de los mares y ríos por parte de fábricas extranjeras.
Abou participó en el documental “Stolen Fish”, dirigido por la cineasta polaca Gosia Juszczak, donde se expone la sobrepesca, la contaminación y los efectos devastadores de acuerdos comerciales que benefician a grandes potencias como China. Su activismo le costó amenazas y agresiones, obligándolo finalmente a emprender el camino de la migración y dejar atrás su hogar y su vida como marinero.
Más de cuatro años después de su llegada a España, y tras la mediación del Centro Español de Ayuda al Refugiado (CEAR), Abou ha obtenido protección internacional por motivos políticos. Su historia refleja las difíciles decisiones que deben afrontar quienes ven desaparecer sus medios de vida por causas ambientales y económicas que escapan a su control.