Con el aumento de la temperatura, el permafrost -una capa del suelo permanentemente congelado- presente en la región, se ha ido derritiendo, liberando metales que permanecían atrapados durante miles de años, como hierro, zinc, cobre, níquel o plomo. Estos metales reaccionan con el oxígeno del agua, formando óxidos que le dan ese tono anaranjado.