Hasta el 6 de marzo estará abierta esta exposición compuesta por 131 imágenes de la Fundación Mapfre.
Strand rompió con todo lo que se venía haciendo en fotografía.
El neoyorquino Paul Strand se atrevió a hacer con su cámara cosas que ningún fotógrafo había hecho antes y reunió una obra, de la que ahora se expone una selección en la nueva exposición temporal del Museo Carmen Thyssen de Málaga, con la que la fotografía se emancipó por primera vez de la pintura.
Son 131 imágenes pertenecientes a los fondos de la Fundación Mapfre, que cuenta con la colección más extensa de este autor fuera de EEUU y que permanecerán instaladas hasta el próximo 6 de marzo.
Para Carlos Gollonet, comisario de la exposición y conservador jefe de fotografía de la Fundación Mapfre, la exposición supone "una especie de historia de la fotografía concentrada" a cargo de "uno de los grandes nombres en el siglo XX" dentro de esta disciplina.
Pero Strand no limitó su actividad a la fotografía, ya que fue un creador polifacético que trabajó en otros campos como el cine, con obras de vanguardia y también documentales; el teatro, o la edición de libros, en los que vio la mejor manera de transmitir su obra, ha explicado este lunes el comisario en la presentación de la muestra.
El recorrido cronológico por su carrera muestra en una primera etapa a un fotógrafo de la vanguardia, "que rompe con todo lo que se venía haciendo anteriormente en la fotografía y con el movimiento pictorialista, que se intentaba acercar a la pintura".
Hay imágenes en las que juega con el cubismo y con la abstracción, lo que confirma que "hay un antes y un después en la historia de la fotografía con Strand" y un cambio "en la valoración de la fotografía respecto al resto de las disciplinas artísticas".
Hacia 1916, empieza a tomar retratos de personajes desclasados de la calle en Nueva York que nunca habían sido fotografiados, como la emblemática imagen de la mujer ciega que se puede ver en Málaga, y en los que empleaba una cámara trucada con un prisma con la que los protagonistas no eran conscientes de que estaban siendo fotografiados.
Ese retrato "fue tan novedoso e impactante que el propio Strand dejó de hacer retratos durante quince años, y como autor siempre político y comprometido que fue, se volcó en fotografías de un gran contenido social.