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El Casco, los costados, los ejes de los pesqueros necesitan revisiones y reparaciones constantes. En Isla Cristina, Huelva un astillero familiar asume las reparaciones de esos barcos. Llevan cuarenta años trabajando y adaptándose a las nuevas exigencia.
Es el momento de salir al mar, de abandonar el varadero, de empezar de nuevo a pescar, con todo a punto. Se avecinan días largos y hay que estar preparados, pero para que todo esto sea posible, muchos hombres durante muchas horas han trabajado, unas veces a ritmo trepidante, otras con la paciencia que requieren labores más minuciosas.
Varadero Isla Cristina es un astillero familiar, en el puerto que su nombre indica, en la provincia de Huelva, una empresa que ha crecido a golpes de sacrificio, de su fundador, Julián García.
Si en el pasado su actividad no paraba en todo el año, ahora se enfrentan a dos graves problemas: La actividad pesquera se ha reducido y cada vez se venden menos barcos, y las paradas biológicas obligan a los armadores a reparar sus embarcaciones en el mismo periodo.
En esos 45 días, hay que comprar repuestos, revisar redes, y sobre todo pasar la inspección reglamentaria establecida por el Ministerio de Fomento.
Cuando ya salen a faenar estos pesqueros tienen que aprovechar al máximo el tiempo y no siempre tienen las misma suerte.
Es un trabajo duro, no exento de complicaciones, pero es su mundo, el de esta familia, y no lo cambiarían, conscientes de su vocación.
La marea ya ha subido lo suficiente, y los tripulantes del Abuelo Antonio, así se llama el barco, salen a empezar la nueva temporada.
Esperan que les sonría la suerte, a la búsqueda de gambas, mejillones, chirlas... productos de la mar que después irán a la Lonja del Puerto Pesquero más importante de España en lo que se refiere a venta diaria. Horas intensas en un medio no siempre amable pero que para ellos es su única forma de vivir.