UN DOCUMENTAL ÚNICO
UN DOCUMENTAL ÚNICO

Triana Pura y Pura ya no volverá

12 diciembre 2019

No desde el Lope de Vega, pero sí desde el barrio sevillano del Polígono Sur, alguna que otra lágrima se desprende de una comunidad a la que le les toca muy de cerca esta historia. A través del documental "Triana Pura y Pura" estos vecinos tuvieron la posibilidad de hacer memoria histórica y volver a los comicios de esa "última noche de flamenco trianero" de 1983. La proyección hace viajar en el tiempo a aquellos testigos de una época en la que pertenecían a las nuevas generaciones de esos gitanos de Triana que aún recuerdan levemente su infancia en ese barrio del otro lado del Guadalquivir. A través de Manuel Molina, Matilde Coral o Raimundo Amador y su director, Ricardo Pachón, el documental narra esa "depresión de arraigo", como dice la bailaora, de los gitanos de Triana que fueron obligados a marcharse del barrio hacia zonas de la periferia como Torreblanca, el Polígono Sur o el Vacie, entre otras. Así, aproximadamente tres mil familias fueron exiliadas a esas zonas dispersadas de la periferia sevillana en guetos formados por barracones de uralita que relegaban a esta población a la marginalidad. Aunque no fue la primera orden de desalojo de los gitanos en el barrio, ya que la primera fue en 1749, los gitanos flamencos no fueron expulsados de Triana hasta una noche a finales de los años 50 conocida como "la noche de los cristales rotos" en la que la especulación urbanística de las clases medias altas acabó con la historia del pueblo gitano trianero en su totalidad. Ahora, lo que queda de lo que fue Triana no es ni una mínima parte de todo lo que significó para Sevilla y para el flamenco. Ricardo Pachón recuerda los años que vivió en el barrio definiéndolo como "único eje real de integración" entre gitanos y payos "de España y de Europa", otra más de las características de la historia de Triana que se perdió y que aún no ha resucitado.

El documental, expuesto recientemente en el Polígono Sur aunque realizado en 2013, permite ver en perspectiva la cultura trianera de la época antes y después de la masacre, esa parte real de la memoria a la que se refiere Miguel Ángel Vargas, historiador del arte especialista en flamenco. Este compara la conciencia del pasado que se tiene en el barrio de Triana con ciudades como Berlín, cuyo recuerdo a la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial pervive en la ciudad. "En el barrio no hay esa intención a recordar lo que fue Triana", señala Vargas. Una de las hijas del famoso cantaor flamenco José Moreno "El Herejía" comentó sobre este tema la ausencia de conciencia del pasado argumentando que "las calles de hoy en día no tienen un recuerdo de aquello", por lo que la juventud actual desconoce la historia de su barrio. Para el historiador, la única forma de hacer visible este problema de gentrificación es a través del arte. Se podría decir que la fiesta más triste del flamenco se vivió treinta años después durante la noche en el Lope de Vega. Se despedía así la identidad de un barrio que había sido desmantelado bajo una orden del militar español Hermenegildo Altozano durante la dictadura franquista. "Triana pura y pura", como la califica Joaquín Fernández "Tragapanes", quien se reconoce que fue el último artista registrado que canta el martinete, un compás que nace del sonido de las fraguas –el ritmo del martinete golpeando el metal–, pone punto y final a la época de esplendor del barrio convirtiéndose en el único documento magistral para conocer "cómo se bailaba en Triana", afirma Pachón. Pepa la Calzona, el Titi, Juan Lérida, Lole Montoya o Farruco son algunos de los protagonistas de la jerga flamenca del 83 donde hoy las calles y plazuelas se convierten en corralas y el quejío en reminiscencia.