Hasta se había pensado que acariciar a un bebé contribuía exclusivamente a relajarlo.
Todos los padres sienten el instinto de acariciar a sus bebés cuando lloran o parecen sentirse incómodos. No se trata sólo de que el bebé perciba la cercanía de su progenitor sino proporcionar alivio real. Un reciente estudio británico concluye que cuando los padres acarician a un bebé se ponen en funcionamiento unas neuronas identificadas con el dolor en el adulto. Lo curioso es que el estudio concluye que hay una velocidad óptima: la que abarca tres centímetros de piel en un segundo.