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Pablo Juliá, fotoperiodista en la Transición, califica de "terrible" el odio actual en la política

Es uno de los fotógrafos de prensa más premiados de la historia y desde El País retrató el paso de la dictadura franquista a la democracia, una época que ha destacado en  "Andalucía ahora" en esta época de polarización.

9 diciembre 2025

Pablo Juliá, nacido en Cádiz en 1948 y referente indispensable del fotoperiodismo español, fue el invitado de honor en el espacio de 'A micrófono abierto' de "Andalucía ahora", donde compartía sus reflexiones sobre la ética profesional, la política actual y la utopía como motor creativo.

El que fuera director del Centro Andaluz de la Fotografía durante nueve años, y figura clave en el diario El País, se define a sí mismo como un "fotógrafo humanista" más que como un mero fotoperiodista. Juliá sostiene firmemente que el humanismo y el periodismo tienen "mucho que ver", y que sin ese concepto "es difícil de entender" el punto que nos rodea. Insiste en que es preferible tener "ese sentido humanista para luego convertir eso, traducirlo" en los medios.

El fotógrafo, un testigo fundamental de la democracia y la transición española, enfatizó la necesidad de mantener un horizonte de aspiración constante. Preguntado sobre si le queda alguna foto por hacer, Juliá respondió: "Todas. Si no vives de utopía, no vives de nada". Subraya que la utopía es "absolutamente imprescindible" para ser un buen periodista y fotógrafo. Esta búsqueda incesante se relaciona con su preocupación por la actualidad política y social, una situación que, a su juicio, es "enormemente grave".

Juliá no ocultó su inquietud por el estado actual de la política española y global, lamentando el clima de hostilidad normalizado. Manifestó que le parece "terrible que estemos llegando al nivel que hemos llegado y que encima sobre todo hemos asumido tantísima banalidad, tantísimo odio, tantísima rabia entre la gente". Critica que este odio se haya convertido en algo "común, lo cotidiano", provocando que la sociedad ya no se asuste o escandalice por nada. En este contexto, anhela que figuras históricas como Manuel Fraga y Santiago Carrillo volvieran a sentarse a hablar, pues eran "grandes políticos".

En cuanto a la ética de su oficio, Juliá remarcó su enfoque humano al cubrir la miseria. Su principio es claro: "Lo que es muy importante es que la gente pueda hablar". Señaló que no se debe invadir el espacio de los sujetos sin antes escucharles, ya que la fotografía debe sacarse "con humanidad, con cariño, sabiendo lo que vas a contar". En sus palabras, "no se puede fotografiar a la miseria con más miseria, sino incluso con alegría".

Respecto a la revolución digital, reconoce que las nuevas tecnologías son "una maravilla", pero advierte del riesgo de que cualquiera que tome una "foto fantástica" con un teléfono sea considerado periodista sin tener "el concepto que tiene que tener de periodismo".

A lo largo de su trayectoria, Juliá fue amigo cercano de Felipe González, a quien conoció desde los inicios del socialismo en Andalucía y antes de Suresnes. Juliá sigue siendo amigo de González y lo describe como un "radical" con conceptos muy claros. Destacó la capacidad de persuasión del expresidente, asegurando que no ha conocido a nadie que posea tal poder para argumentar.

Un ejemplo de su impacto profesional es la icónica fotografía de Manuel Fraga, donde un periódico visible detrás del político decía "Vota PSOE". Juliá relató que tuvo que pasar "10 minutos de rodilla delante de él" para conseguir esa toma, lo que ilustra su dedicación al arte, una dedicación que incluso llevó a Fraga a llamarle "un gran fotógrafo, pero también un gran hijo de puta".

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