¿Cómo hacer frente a las intolerancias alimentarias?

Según un reciente estudio, el 75% de los andaluces afirma que come de forma saludable. Sin embargo, las intolerancias, alergias y otras patologías digestivas no paran de crecer. En Los Reporteros nos preguntamos qué está detrás de estos trastornos y cómo podemos ponerles remedio.

La alimentación se ha convertido en un tema habitual de conversación. Los libros sobre cocina, dietas y composición de los alimentos son un éxito de ventas pero todo esa divulgación e interés no se traduce, necesariamente, en que nos alimentemos mejor.

Noelia lo ve a diario en su consulta: pacientes con sobrepeso o patologías alimentarias convencidos de que comen de forma saludable. Una afirmación que secundan más del 73% de la población andaluza, según el barómetro del Centro de Estudios Andaluces. Nos acercamos con ella a los fogones para cocinar un prototipo de comida equilibrada. La mitad tendría que estar compuesta de verdura. El resto, debería repartirse entre carbohidratos como el arroz, la pasta, el pan o la patata y proteína, preferentemente, pescado, huevo o legumbres.

A José Luis, su enfermedad le ha hecho entender la importancia de una buena alimentación. Desde hace 30 años, padece de colitis ulcerosa, una patología inflamatoria intestinal que afecta al colon. Su origen es desconocido, no tiene cura y ataca por brotes. Si no se come bien, el sangrado y las constantes diarreas hacen que el paciente carezca de los nutrientes necesarios.

Pero cuidar la salud mental es tan importante como mimar el aparato digestivo. La relación entre mente y cuerpo, a través de la alimentación, es uno de los campos de estudio en los que está centrada Mercedes. Nos recuerda que no tenemos un solo cerebro si no dos.

Así que, literalmente, hay nervios en el estómago. La conexión entre ambos sistemas, el nervioso y el digestivo, va más allá. La microbiota intestinal es el conjunto de microorganismos que hay en nuestro aparato digestivo. Se va desarrollando y cambiando a lo largo de la vida. De cómo la cuidemos, depende en buena parte nuestra salud porque el desequilibrio de esta microbiota puede provocar enfermedades. Los científicos estudian, incluso, su relación con patologías neurodegenerativas como el Alzheimer.

Entre ellas, una que ha empezado a popularizarse a través de personas que han contado su caso en las redes sociales: el SIBO, el sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado.

La clínica de Griselda está especializada en trastornos alimentarios como la bulimia o la anorexia pero también en otras patologías asociadas a la comida. Cada vez se encuentra con más pacientes con intolerancia o alergia a determinados alimentos. Dos afecciones diferentes que se suelen confundir.

A la hora de diagnosticar tanto el SIBO como una intolerancia o una alergia, es muy importante no hacer caso a pruebas sin rigor científico. Inma y Lucía son intolerantes a la fructosa, una molécula que se encuentra en algunas verduras, en frutas y en la miel. También en muchos alimentos ultraprocesados donde es común el jarabe de fructosa o el de maíz. Hoy acuden a este taller que imparte Mariló donde aprenden a cocinar para evitar los efectos de esa intolerancia.

Marita tiene doce años. A los cuatro supo que tenía celiaquía. Las molestias digestivas que padecía y el parón en el crecimiento llevaron al diagnóstico de esta enfermedad crónica que a menudo se confunde con una intolerancia. Ha estado varias veces ingresada en el hospital. Acompañamos a Marita y a su madre Carmen a una consulta de control.

Paqui es una de las cuatro enfermeras de los hospitales públicos andaluces que se han formado para especializarse en el tratamiento y seguimiento de esta enfermedad.

El gluten es una proteína que se encuentra en la semilla de muchos cereales como el trigo, la cebada o el centeno. Un diagnóstico de celiaquía obliga a cambiar la alimentación a productos sin gluten y, por tanto, trastoca los hábitos de toda la familia.

La celiaquía complica la vida social y también la económica. Hacemos la prueba con Marita y Carmen. Compran los mismos productos, con y sin gluten, y estos últimos disparan la factura casi al doble de precio. Por eso piden a las administraciones una ayuda que ahora no tienen para que esta enfermedad no se castigue en la cesta de la compra. Porque la alimentación es salud y nos puede ir la vida en ello.