En La Mañana de Andalucía de Jesús Vigorra, Antonio García Barbeito dedica sus perversos a la Purísima Ave, María Purísima, alabado sea Dios. Vecina desde hace años -y no fue por elección- de la señora de artículos llamada Constitución. Un tabique las separa, el 7, pero las dos, sin tener mucho en común aprovechan la ocasión para que a estos dos días los conozcan, con razón, por el de la Inmaculada o el de la Constitución. Siete padres tuvo ésta; aquella, uno solo, Dios. Pero sin más parentesco que la vecindad, las dos se llevan divinamente sin tener ni un sí ni un no. No obstante, en el vecindario se está corriendo la voz de que si la Inmaculada es la misma, la otra no. La Inmaculada es Pureza, Purísima Concepción; y la otra, aunque contente a la mayor población, tiene algunos que la invitan a cambiar de condición, a que se abra y se reforme, y esto tiene a Concepción llena de tristeza, esclava de mucha preocupación. La Inmaculada, intocable, Madre sin mancha de Dios; y la otra, aunque se sabe madre del curso español, y es muy joven todavía, no tiene todo a favor. Porque hay algunos que quieren cambiarla. Y dicen no los que no quieren moverla, y a ver qué pasa, Señor, si va a acabar más cambiada que con una operación de dermoestética cara que, quién sabe, a lo mejor, cuando salga con los cambios no la conoce ni Dios. Ayer decía mi vecina, y no sin preocupación: Yo creo que como nacieron deben quedarse las dos.