Perversos del Día del Libro, por Antonio García Barbeito

La casa es un palomar de un zureo contenido. Un palomar donde duermen miles de pájaros míos que cuando abren las alas me llevan al infinito de la historia, de los versos, de novelas... Si dormidos, todos los pájaros tienen su lugar de vuelo escrito, y los abres y aparecen gloriosos endecasílabos, pensamientos, diccionarios, aventuras... Son mis libros. Recuerdo cuando llegó a mi humilde domicilio aquel primer aleteo del primero de los libros. Cómo brillaba la casa con la luz de aquel amigo... Y fueron llegando otros, y fui dándoles cobijo, y fueron haciendo suyo los espacios que eran míos para hacerlos de los dos, para hacer del mismo sitio un mundo para el silencio de la lectura. 'Es un vicio', Me dijeron una vez. 'No, es un placer distinto, una forma de viajar a lugares lejanísimos sin salir de este lugar, sin moverte de ti mismo. Una forma de aprender, de ir llenándote vacíos'. Les di mi tiempo y me dieron la gloria de sus dominios. La casa es un aleteo de un agradable sonido. Cómo suena la palabra que late por el escrito. Historia, filosofía, novela, versos... Dios mío, cada vez vuelan mejor los pájaros que te digo. Si abrieran el palomar, el aire de estos dominios aprendería a leer y a soñar y a ser distinto. Aquí me siento feliz, aquí, cuidando del sitio de mis pájaros hermosos, de mis hermanos más íntimos. Y aunque sé que vendrá un día que habremos de despedirnos, sé que cuando yo me vaya ellos se vendrán conmigo, que dentro del alma llevo, mía, el alma de mis libros. A. García Barbeito