O este mundo está al revés o yo estoy desvariando; No hace mucho que le dieron fama de alimentos malos -por lo que tienen de grasa, y que es mejor que lo magro-, al zumo de las olivas y a la pata del marrano. Lo que entenderá, el que pone pegas a estos dos milagros. Pues bien, ahora doña Europa da luz verde a que en el plato tenga cabida en la dieta... adivínenlo: ¡un gusano! ¿Un gusano? Sí, amarillo, por más señas, el muchacho. ¿Gusano de pata negra en la dehesa criado, aprovechando bellotas de la encina? ¡Ni pensarlo? El encaste, por lo visto, es para no torearlo, pañuelo verde, al corral, y échenlo de nuevo al campo... Porque el gusano procede ¡de larvas de escarabajo!, o sea, para devolver y no parar vomitando. Rico en grasas, proteínas y fibra? '¿Le pongo un cuarto?' ¡Ni que fueran camarones que en Coria venden en carros! ¿Gusanos, acordeones diminutos...? ¡Dios, qué asco! Yo pienso en una tortilla hecha a base de gusanos y echo de golpe las tripas por la boca, de pensarlo. A lo más que llega uno -estarán buenos por mayo- es a chupar caracoles por estar acostumbrado. Pero gusanos, miarma, ¿por qué de gambas no hablamos? ¿Por qué no, de langostinos o del jamón veteado, las cigalas a la plancha o las nécoras, Dios santo? Perseguidos por un bicho llevamos ya más de un año, y nos vamos a poner de almuerzo bichos, gusanos? Los gusanos, al capullo, seda, silencio y trabajo, que todo lo que se arrastra a mí me da mucho asco. A. García Barbeito