Perversos de Cela a Celáa, por Antonio García Barbeito

Perversos De Cela a Celáa Si al menos fuera Camila el nombre por que contesta, y no Isabel, que Isabel es nombre que no le sienta; y en vez de ser bilbaína fuera de sangre gallega (y con esto no me meto con su lugar de nacencia), y fuese más divertida en vez de ser seria y seca; y si en vez de ser ministra se diera a escribir novelas, y fuera, en vez de Celaá, simple y llanamente Cela, ahora España no tendría un hablar de media lengua, ni ese miedo a pronunciar en español, sin vergüenza y sin tener que esconderse como si un delito fuera llevar, sonora en la boca, la palabra propia, nuestra. Ay, doña Isabel Celaá, si don Camilo viviera, le iba a clavar, no una tilde, un estoque en esa letra que va doble en su apellido y pronunciarla nos cuesta. ¿Es feliz? Ya ha conseguido la ley que entre ceja y ceja tenía metida usted para torcernos la lengua, extirparla de la boca (hablación en toda regla, pero una hablación con hache; y se queda usted tan fresca). El español en el mundo crece, es emergente lengua, y usted aquí le corta el vuelo, lo deja tras de la puerta, lo arrincona, lo degrada, ¡con lo que vale esta lengua, con los nombres que llevaron esta voz como bandera y dieron lustre a los siglos explicándose con ella?! En español se lo digo -espero que no se ofenda-, si este es el pago que da a una palabra tan bella, quítesela de la boca. No nos ensucie la lengua.