Con la pinta que tendré por culpa de la pandemia, cuando salga de mi casa a cualquier gestión, mi menda, no sabrá si va a comprar cuatro avíos a la tienda o va, repleto de todo, a castrar una colmena. Porque los tres astronautas -Apolo XI, ¿recuerdan?- que llegaron a la luna, llegaron en camiseta si los comparo conmigo cuando me asomo a la puerta. Y es que parece que voy a atracar la diligencia, a robar el Banco España o camino de una fiesta de disfraces en el barrio. Y si no, pues hagan cuentas: la pantalla que me coge como el frente de una Vespa; debajo, la mascarilla, que yo me asfixio con ella), los guantes bien ajustados y la dichosa botella con el gel hidroalcohólico, que no falte, ni Dios quiera. Y ahora, súbase usted al coche, o a la moto, y cuando lleva un rato de conducción, el puto móvil le suena, y ya me dirán a mí quién, en ese plan, contesta. Salgo de casa lo mismo que un catálogo de ventas. ¿A una gestión? ¡Santo Dios, si es que parezco una tienda, un mueble de mercería con todas sus existencias! Si quiero andar como dicen que se debe andar, mi menda, tendrá que hacer ejercicios de memoria. Una libreta llevaré para apuntar, que no se olvide una prenda. Y repasármelo todo como una canción de escuela: ?la pantalla, mascarilla, y las gafas -¡las de cerca!-, los guantes, los pañolitos y la dichosa botella?? Si lo que llevo sonara, yo sería el hombre-orquesta. A. García Barbeito