En el despertar de este jueves (aunque sea una hora temprana) supongo que muchos de los oyentes ya sabrán de un vídeo que circula por redes en el que se ve a un energúmeno gritarle a una viajera, supuestamente inmigrante, que se vaya a su país porque no le cede el asiento en el autobús de la línea 77 de Madrid.
El comportamiento del tipo es indignante, vergonzante y vomitivo, aunque todo eso y mucho más me provoca el silencio cobarde de los pasajeros que no dicen ni mú ante tal agresión racista y machista. Ahora bien, antes que rasgarse las vestiduras por lo uno y por lo otro; antes que pedir venganza los unos y decencia los otros, antes que darle a la repetición sin fin que, hipócritamente, reproducen lo que critican para conquistar audiencia; lo primero, inmediato y urgente, es que la Empresa municipal de autobuses aclare esto y dé explicaciones. Tal como hoy se manipulan las imágenes y los vídeos de impacto en Internet, los exhibicionistas, los tontos y los provocadores que juegan a ello, es preciso confirmar ese material. Dar con la víctima y cazar al bravucón que con una mujer se atreve, y aclarar lo que pasó en el autobús de la línea 77 de Madrid.
Hacer proclamas de honor y valentía desde nuestra zona de confort o desde los platós de televisión no sirve para nada más que para dar carnaza a los descerebrados. Esa fuerza justiciera quisiera verla cuando delante de nuestros ojos -Dios no lo quiera- ocurra una situación semejante a la del maldito viaje de marras. Confirmación ya porque queremos saber si eso es como nos lo están vendiendo. Porque queremos saber si este es un país racista o un país de cobardes. Y más miedo me da lo segundo que lo primero. Si la vida tiene algún sentido es para jugársela cuando llega el momento.