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Boston 1994: el último gol de D10S

XXX

MANUEL LADRÓN DE GUEVARA 4 diciembre 2019

Manuel Ladrón de Guevara


Una historia de 
Manuel Ladrón de Guevara

Maradona no es una persona cualquiera
Es un hombre pegado a una pelota de cuero
Tiene el don celestial de tratar muy bien al balón
Es un guerrero
Es un ángel y se le ven las alas heridas
 
(ANDRÉS CALAMARO)

 

El martes 26 de junio de 1994 Canal Sur retransmite desde el Foxboro Stadium de Boston un partido del Mundial de EEUU. Se enfrentan Argentina y Grecia. Es su estreno en el Mundial. Argentina se ha clasificado de milagro después de una angustiosa repesca contra Australia. Pero tiene un equipazo. Con Fernando Redondo y Simeone en el centro del campo y un ataque inolvidable: Balbo, Caniggia, Batistuta... y Maradona, que está de vuelta. 

Alfio Basile es el seleccionador argentino. El mismo Basile que siendo entrenador de San Lorenzo echó un día del vestuario a un cura llamado Bergoglio, ¿les suena?. El Coco ha tenido que convocar a Maradona por aclamación popular tras un calamitoso 0-5 contra Colombia en Buenos Aires. Maradona está en ese momento sin equipo, tras dos aventuras extravagantes en Sevilla y en Newells. Sabe que es su última oportunidad. Contrata a un entrenador personal. Un chulo de gimnasio que no sabe nada de fútbol, llamado Daniel Cerrini, que se encarga de su preparación... y de su dieta.

El partido contra Grecia no puede comenzar mejor. A los dos minutos Batistuta culmina un contragolpe y pone el 1-0 en el marcador. Batigol repite poco antes del descanso. Pero es el tercer gol argentino el que nos interesa, porque quedó para siempre suspendido en la historia. Un candidato demócrata a la presidencia de los EEUU, Adlai Stevenson, escribió que “el juicio de la historia rara vez coincide con el espíritu del momento”. Por eso, en aquel martes de 1994, solo fue un gol más, el tercero de Argentina. Un buen gol, el número 34 del Pelusa con la albiceleste. Maradona en su libro de memorias “Yo soy el Diego”, se atreve a narrarlo: “tocando tac, tac, tac, una ametralladora, pared, Redondo, yo, golazo, golazo”. "Gardel está vivo. Gardel está vivo", grita a mi lado un comentarista de la radio argentina. Y sí, fue un golazo. La clavó en la escuadra. Pero más que el gol, recordamos su celebración, rabiosa, frente a una de las cámaras que retransmiten el partido. Pero ese gol tiene una peculiaridad que se nos escapaba entonces. Es el último. El último gol de D10S. Tras el partido Diego declara a la prensa de su país: “ estoy aquí para decirles a los argentinos que no hay túneles sin salida”. No sabe lo largo y profundo que es el túnel que le espera. 

Maradona juega un segundo partido. Mismo escenario, contra Nigeria. Gana Argentina 2-1, pero Diego no marca. Los dos goles llevan la firma de su socio Claudio Caniggia. Pero la imagen  que pasa a la historia es la de Maradona saliendo del campo acompañado de una enfermera rubia, que lo conduce al control antidopaje. El martes 28 estalla la bomba. La orina de Maradona contiene efedrina, un estimulante. La FIFA y la AFA son implacables. Maradona es expulsado sin contemplaciones del Mundial, “me han cortado las piernas”, dice. Curiosa circunstancia, la efedrina es, en ese momento, vendida de forma legal en las farmacias de EEUU. Maradona, se sabrá después, es inocente. El chulo de gimnasio que lo asesora le ha estado dando unas píldoras de vitaminas que contienen la sustancia prohibida. Diego Armando Maradona, tan diestro con el balón como incompetente eligiendo a los amigos. Y peor aún eligiendo a los enemigos. Mario Benedetti escribe por aquellas fechas en el diario El País: “Es una pena que no haya control antidopaje para dirigentes de fútbol, ya que en el caso de Havelange le sería detectado un espectacular positivo en truhanería”.

Argentina sin Maradona cayó en una depresión de la que todavía no ha salido. Perdió el tercer partido contra Bulgaria y fue apeado en octavos por la Rumania de Gica Hagi. En los siguientes Mundiales ni siquiera Messi ha sido capaz de encontrar remedio para la melancolía posmaradoniana.

Muchas veces me preguntan cual es el mejor gol que he narrado. Sentimentalmente, no hay color. Los ascensos del Xerez. Pero en el alma guardo sitio para aquella tarde remota en el Foxboro. Probablemente porque, como escribió mi admirado Javier Cercas, siempre anteponemos nuestros recuerdos a lo que realmente sucedió: “tocando, tac, tac, tac, una ametralladora, pared, Reondo, yo, golazo, golazo”.

Gol de D10S. El último

 

 

 

Argentina-Grecia televisado por Canal Sur

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