Los dólmenes del Aljarafe, esenciales para entender el pasado

Y de las preocupaciones del presente viajamos ahora a las del pasado porque, esta noche, nuestro programa es también una clase de Historia, escrita desde Andalucía. En el Aljarafe sevillano se localiza uno de los yacimientos funerarios de la Edad del Cobre más relevantes de Europa. Sus restos arrojan nuevas preguntas sobre las sociedades del Calcolítico: cómo vivían o comerciaban los habitantes de este período o por qué precisamente aquí encontraron un hogar que después permaneció enterrado durante siglos. Ahora, los investigadores reivindican este yacimiento por su trascendencia a la hora de descifrar nuestro pasado.

Todos los hallazgos arqueológicos de los últimos años confirman que en el Aljarafe sevillano se asienta uno de los más importantes legados prehistóricos. Y es que desde aquella fortuita excavación en que a finales del siglo XIX hizo aflorar el tholos de La Pastora, se han ido incorporando otras nuevas construcciones funerarias que lo han convertido en uno de los principales focos del megalitismo. Les hablamos de la conocida como ruta de los dólmenes, un yacimiento con más de 700 hectáreas ya protegidas y que se presenta como el poblado del Calcolítico, conocido, más grande de Europa Occidental y que en el 3000 a C estaba aledaño a una inmensa ensenada marítima formada por el Guadalquivir y conocida como Lago Ligustino.

Ontiveros, Señorío, Montelirio, La Pastora, Matarrubilla… son sólo algunos de los nombres de las construcciones megalíticas funerarias que de momento han sido detectadas y excavadas, aportando alguna de ellas circunstancias tan particulares que las convierten en únicas. 

El museo arqueológico de Valencina de la Concepción se ha convertido en centro neurálgico de recepción de la mayor parte del material encontrado en las ya más de 150 excavaciones, muchas de ellas de urgencia, que se han llevado a cabo en los últimos años. Al catedrático de Prehistoria de la Universidad de Sevilla, Leonardo García Sanjuan, le ha correspondido el estudio del hallazgo de momento más prometedor, la señora del marfil, tumba que en principio se creía de un notable guerrero por el impresionante ajuar de marfil, ámbar y finos trabajos en una daga de cristal de roca, y que a la postre ha resultado ser una mujer.

Las esperanzas depositadas en el futuro del yacimiento como dinamizador económico de los municipios involucrados son enormes, si bien la suerte que han corrido en el aprovechamiento de sus infraestructuras prehistóricas es hoy desigual…

“Puedo ver cosas maravillosas…” Fue la respuesta emocionada que Howard Carter dió a Lord Carnarbon tras vislumbrar por una grieta a la luz de vela objetos del ajuar con que Tutankamón había sido enterrado 3000 años antes. Paradójiicamente los Tholos de Valencina y Castilleja de Guzmán, como coetáneos de los monolitos británicos de Stonehenge, son 2000 años más antiguos y por ello, limitados en riquezas, pero sin duda fundamentales para comprender de dónde venimos y cómo pudieron aquellos, en teoría seres primitivos que acababan de trocar la caza y recolección por una agricultura básica y los primeros asentamientos fijos, orientar con tal exactitud astronómica sus monumentos, trasladar rocas de toneladas desde medio centenar de kilómetros e incluso sofisticarse en las técnicas de fundición de metal, relativamente dúctil y que se encontraban a cielo abierto, y que iba a revolucionar los avances y poderíos de la propia sociedad... Casi nada…