En España se abandonan 700 perros y gatos al día, lo que nos sitúa a la cabeza de Europa.
En Los Reporteros nos acercamos al abandono, sus consecuencias y a las asociaciones que acogen a las víctimas.
El verano es una de las épocas donde más casos de abandono de animales se dan. Esta misma semana La Guardia Civil rescataba a medio centenar de perros en condiciones deplorables en una finca en Manzanilla, Huelva. Animales de los que se han hecho cargo distintas protectoras. Desbordados, estos centros hacen un llamamiento a la responsabilidad y piden más ayudas. En sus instalaciones terminan los ejemplares que han pasado de moda, los que fueron objeto de capricho o los eternamente invisibles.
No existe dato oficial, pero Fundación Afinity evidenció que en 2020 se abandonaron 290.000 perros y gatos. Cifra que, obviamente, representa un número muy por debajo del total de animales de compañía que pudieron verse afectados, y que coloca a España a la cabeza de Europa en este maltrato. De momento la adopción se plantea como única solución: no siempre fácil en todas las especies y por algunos condicionantes de la propia legislación.
No hay unanimidad entre perreras y protectoras sobre qué porcentaje de animales corresponde a abandono y cuanto a pérdida, debido al gran número de propietarios que sigue sin identificar. Pero si se atiende a las reclamación de extravíos, estos no rebasarían el 16%.
Según legislación los animales acogidos en toda perrera municipal pueden ser sacrificados a partir del décimo día, si no se localiza al dueño, pero en el hoy Centro de Protección y Control Animal de Sevilla la muerte, salvo eutanasias obligadas, es cero desde 2008 gracias a la adopción, que aquí se acerca al 80%, casi doble de la media española.
Mitos que al aquí parecen quedar en evidencia es que la mitad de los abandonos correspondan a cazadores o que en las instituciones públicas exista maltrato: la prueba del algodón, el escaso número de razas cinegéticas y menor aún de animales temerosos o que rehúyan nuestra presencia.
Para sondear la otra cara de la moneda acudimos a entidades privadas. La primera visita es a la Sociedad Protectora de animales y plantas de Málaga, con más de 700 animales y un presupuesto de gasto en 2021 de 570.000 euros, y del que apenas un 5% corresponde a fondos públicos del ayuntamiento. El resto, cuotas de sus 1.300 socios, donaciones particulares y jornadas de puertas abiertas y mercadillos. En el pasado ejercicio aquí se reseñaron 1.295 entradas de animales, 1.084 adopciones y 24 eutanasias. En Alhaurín el Grande encontramos otro referente histórico andaluz en el acogimiento y cuido de animales: el antiguo CYD Santa María.
Los équidos en semi abandono o con denuncia por malos tratos se han convertido en la prioridad de Virginia y Concordia durante 30 años, siendo hoy un colaborador inestimable para las propias intervenciones del Seprona, pese a no contar con ayudas públicas y ver reducidos por la pandemia sus padrinos en un 60%.
Coincidentemente entre el colectivo de cazadores también encontramos malestar por algunas obligatoriedades hacia sus canes. Es el caso de los confinamientos obligatorios en las perreras durante época de veda, pese a venir reclamando zonas de campeo para su esparcimiento. Cartaya es caso extremo: 14 años reclamando su sociedad un sitio entre las 11.500 hectáreas de pinar comunal de las que como vecinos del municipio resultan propietarios, lo que les lleva a salir y exponerse a ser multados.
Decía Concepción Arenal que no hay animal tan manso que atado no se irrite y ello nos debería hacer reflexionar sobre la suerte que hacemos correr a algunos de nuestros amigos y la vida y mejoras que les damos y podríamos darles. Nuestra pequeña investigación ha evidenciado que desde las propias protectoras se denuncian casos de grupos especializadas en el acogimiento de animales con graves taras o amputaciones para captar ayudas, son los denominados perros hucha. Mientras que por contra a otros se les quita la posibilidad de acogimiento por benefactores particulares tras haber sido acusados algunos de estos de padecer síndrome de Noe.
Sin entrar a valorar la justicia o injusticia por el desconocimiento, lo que está claro es que esta vez nos ha resultado imposible contar con la opinión y escenarios de este tipo de colaboradores necesarios de las protectoras por temor a convertirse en foco de atención y posible crítica. Quizás sea hora de, como aseguran la mayoría de nuestros protagonistas, una mayor valoración e indagaciones a la hora de la concesión de ayudas o nuevas vueltas de tuerca que puedan resultar perniciosas para atender a los sólo 700 perros y gatos que cada día echamos a la calle.