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Una semana sin mascarilla obligatoria con los contagios disparados entre los jóvenes

En exteriores el riesgo de transmisión del virus representa menos de un 10 por ciento, el problema se da cuando se producen aglomeraciones, como en mercadillos, o playas

Los expertos hablan de secuelas: el síndrome de la cara vacía nos hace sentirnos vulnerables por el miedo al contagio

La mascarilla nos ha alterado el ecosistema de la cara, el clima bacteriológico de la cara, el funcionamiento de las glándulas sebáceas, o la caída masiva de pelo

Los Reporteros analiza con expertos las consecuencia de esta medida controvertida después de que fueran obligatorias desde el 21 de mayo de 2020

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CANAL SUR MEDIA 4 julio 2021

Cumplimos una semana sin la obligación de llevar mascarillas al aire libre. Una medida con partidarios y detractores pero que no nos puede hacer olvidar que la pandemia sigue. Lo estamos viendo de forma muy evidente esta semana, con el alarmante aumento de contagios, sobre todo, en los jóvenes entre 15 y 29 años. Fiestas, viajes de fin de curso, graduaciones están detrás de los brotes de Mallorca, Jaén o Almería. Este verano, nos volvemos a ver las caras, pero con prudencia.

Desde hace ya más de un año la mascarilla ha sido nuestra compañera inseparable. Lo que, hasta entonces, era una pieza obligada en determinadas profesiones, se convirtió en nuestra única herramienta para mantener a raya a un virus desconocido. Y nos dejó, casi, sin aliento. Perdimos parte de nuestra expresión, pero, a cambio, ganamos en tranquilidad al saber que íbamos protegidos al cruzar la puerta de casa. Y sólo nos quedaron los ojos. La amenaza de aquella primavera que nos robó la sonrisa aún no ha desaparecido. Así que los besos y abrazos tendrán que esperar. Sin tocarnos todavía, ahora, vamos tomando la calle, poco a poco, a cara descubierta.

Las mascarillas se hicieron obligatorias el 21 de Mayo del 2020. Y cuando la sombra del coronavirus se extendía, se convirtieron en el objeto más preciado.

Mientras el país se paraba por el confinamiento, se concedieron hasta un centenar de licencias para fabricarlas en España. Crecieron las importaciones y las primeras se llegaron a pagar altos precios. Los talleres de costura, profesionales o improvisados, trabajaban a destajo para abastecer, sobre todo, a los más vulnerables. Fueron momentos críticos, la incertidumbre lo llenaba todo.

Aunque en exteriores el riesgo de transmisión del virus representa menos de un 10 por ciento, el problema se da cuando se producen aglomeraciones, como en mercadillos, o playas, donde, a veces, cuesta mantener ese mínimo de separación. Inmaculada Salcedo, portavoz Salud Pública Junta Andalucía, asegura que "una distancia de seguridad entre personas que están muy aglomeradas, de menos de metro y medio ya es un riesgo, porque el que esté positivo ahí, convierte a todos en contactos estrechos. Y además esto tiene un riesgo muy grande, que es que el que se quite la mascarilla en el exterior probablemente tampoco se la ponga en el interior"

Y ahí está la clave. Ahora toca ser responsables. Esta semana varios focos causados por fiestas y viajes fin de curso nos recuerdan que el peligro aún está en el aire. Después de estar confinados en Mallorca, decenas de estudiantes andaluces ya han vuelto a casa. Atrás queda una experiencia inolvidable. Al menos 1.800 jóvenes positivos y 6.000 en cuarentena, solo del brote de Mallorca. "Nadie es inmune al virus, nadie, ni jóvenes ni deportistas, ni sanos ni mayores, ni enfermos, nadie es inmune al virus y que hay circunstancias que uno no controla", sostiene Salcedo.

Con el tiempo hemos adaptado la mascarilla a nuestra indumentaria, y ha crecido todo un negocio para cubrir la cara. Destaparnos, al menos en exteriores, nos puede dejar ahora un poco desnudos. Según José Antonio Galiani, director del Centro Psicosanitario Galiani, dice que que "nos vamos a sentir, sobre todo, en principio, vulnerables, por eso va a aparecer lo que se llama síndrome de la cara vacía".

El miedo ha sido, en mayor o menor medida, algo que nos ha unido y eso se ha notado, especialmente, en las consultas de los dentistas, donde muchos pacientes han decidido postergar sus revisiones, pero a cambio, otros han dado el paso definitivo para mejorar su aspecto y de paso, su salud. El odontólogo Álvaro Siguero nos recuerda que "muchísima gente ha aprovechado para, con la excusa de mascarilla, hacerse rehabilitaciones grandes: estéticas, ortodoncias, implantología". El de los dentistas ha sido uno de los colectivos donde las medidas de higiene se han extremado al máximo.

Otra de las especialidades que ha notado el uso de la mascarilla ha sido la dermatología. Erupciones, eczemas, alergias, la piel se ha resentido sin poder respirar durante todo este tiempo. Y ahora que nos vuelve a dar el sol en la cara, vamos a ver cómo tenemos que tratarla para evitar problemas. El dermatólogo Julián Conejo-Mir afirma que "este año es peligrosísimo para la piel. Esto de la mascarilla nos va a dejar secuelas, nos ha alterado el ecosistema de la cara, el clima bacteriológico de la cara, el funcionamiento de las glándulas sebáceas.".

Otro de los problemas dermatológicos que se están presentando ahora en consulta, entre los que han pasado la enfermedad, es el efluvio telogénico, que provoca la caída del pelo.

Huellas que la pandemia nos ha dejado por fuera, pero también por dentro. "Sí ha habido un aumento de la psicopatologia desde el punto de vista de los transtornos obsesivo-compulsivos, pero también lo ha habido de la agorafobia, de la ansiedad social,de las conductas de evitación, de los transtornos anímicos", comenta Galiani.

La mascarilla sigue siendo obligatoria en todo tipo de interiores, transportes públicos y vehículos cuyos ocupantes no sean convivientes. En las residencias de ancianos, tanto el personal como las visitas tienen que seguir llevándola , aunque no los internos, siempre que el 80 por ciento esté vacunado. Pero no nos engañemos: la vacuna no es sinónimo de protección total. Lo recuerda Inmaculada Salcedo: "Una persona vacunada tiene la garantía de que no va a pasar la enfermedad grave, que probablemente no tenga que ingresar ni acabar en una UCI, pero si se puede volver a contagiar y contagiar a los demás"

No será la última pandemia, dicen los científicos, pero ésta nos dejará ciertas prácticas que ya hemos convertido en costumbre. Ahora, somos mucho más conscientes del aire que respiramos, y hemos aprendido a hablar con los ojos entre otras muchas cosas.

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