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Elena Francis, un consultorio para mujeres que no defendía a las mujeres

3 junio 2019
Nos visitan el catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona, Armand Balsebre y la periodista Rosario Fontova para presentarnos "Las cartas de Elena Francis". Han investigado un fondo de misivas halladas circunstancialmente hace trece años.
Corresponden a lotes de escritos por radioyentes de un popular programa de radio, consultorio sentimental sobre todo mujeres, que solicitaban respuestas a problemas a veces de carácter íntimo, que firmaban por lo común con seudónimos como "La sufridora", "Un corazón herido", "Mujer atormentada", "Oyente burlada", entre otros. Se cree que ese fondo de misivas pudiera alcanzar la cifra de cien mil, porque también se ha deslizado que podrían cuantificarse al final un millón de cartas. 
Estos investigadores confiesan haber leído cuatro mil quinientas seleccionando mil trescientas para su obra. Los responsables del hallazgo han digitalizado únicamente un diez por ciento. Pero ¿de dónde procede esa correspondencia? Fue encontrada en la masía abandonada de los patrocinadores de aquel programa-consultorio que se difundió por las ondas radiofónicas a toda España, entre los años 1947 y 1984.
Propiedad que sus herederos pusieron a la venta, una inmobiliaria se hizo cargo de ella, pero al no interesar a nadie pasó a manos del Ayuntamiento de Cornellá (Barcelona). Las cartas en cuestión no encontraban comprador alguno, ni siquiera algún curioso interesado en su estudio por lo que el Archivo Comarcal del Bajo Llobregat optó por salvar del fuego esas cien mil epístolas, que hoy pueden ser consultadas, como en un principio hicieron Armand Balsebre y Rosario Fontova. Otra parte de ese montón de sobres terminó por lo visto en cenizas. El "Consultorio de Elena Francis" comenzó en 1947 a través de Radio Barcelona, posteriormente fue emitido por Radio Peninsular y al final por Radio Intercontinental. Patrocinado por José Fradera Butsems y Francisca Elena Bes Calvet, propietarios del Instituto y Laboratorio de Belleza Francis, que comercializaban una serie de productos cosméticos dirigidos a la mujer. El nombre de Elena Francis no era sino un guiño hacia su copropietaria, añadiéndole un inventado apellido a la protagonista del consultorio. La emisión era vespertina, duraba media hora, iniciada con una sintonía, la de la pieza de Víctor Herbert "Indian Summer", con un fondo algo melancólico para predisponer a la audiencia.
En un principio, el programa se nutría de miniespacios como el de la biografía de un santo o de algún personaje del que pudiera alabarse su ejemplaridad. De la discoteca de la emisora se programaban retazos de música popular y luego se iban leyendo las cartas de los oyentes, por lo común del sexo femenino, en las que exponían sus cuitas. La emisora contrataba a varios guionistas y locutores y en especial a quien personificaba a la misteriosa Elena Francis.
Nunca pudo saberse quién era, cuál su físico, qué identidad. Con el paso de los años los guionistas fueron cambiando al igual que las voces lectoras. Un equipo de colaboradores se encargaba de leer todas las cartas recibidas, seleccionando las más llamativas. Las respuestas, si bien corrían a cargo de los guionistas eran luego supervisadas por un equipo de expertos, fundamentalmente sacerdotes y psicólogos, quienes censuraban aquellas que chocaban con la moral imperante en aquellos años del franquismo. Hasta bien entrada la década de los 60 las preguntas que los oyentes no podrían obtener respuesta tenían que ver con el sexo y la política. Mas no dejaban sus argumentos de rozar siquiera aspectos que los censores se preocupaban de leer con lupa.
Así, por ejemplo el caso de una adolescente que decía haber sido violada por un cuñado lo que le preocupaba por si debía contárselo a su prometido. Por supuesto que la carta acabó en el cesto de los papeles. Y si alguna mujer relataba que su esposo le ponía los cuernos, la respuesta solía ser ésta: "Hágase la ciega, la sorda y la muda cuando él llegue a casa". Y es que la legislación vigente entonces no defendía los derechos femeninos, con respecto a la propiedad de una vivienda en común por ejemplo, ni una esposa podía firmar contratos sin el permiso del cónyuge y otras leyes que las mantenían atada al hombre. El programa iba creciendo en audiencia, siendo uno de los más populares de la radiodifusión española.
Se ha insistido que las amas de casa y los taxistas eran los que copaban el mayor número de oyentes, pero se supone era escuchado por personas de distinta condición social y profesión. Podía ocurrir que, dada su naturaleza, hombres sobre todo negaran en tertulias estar al corriente de ese consultorio, aunque lo siguieran de vez en cuando.
Lo que pasa es que ciertas cuestiones planteadas en las cartas parecían más propias de personas con una educación y conocimientos por debajo de la media intelectual. Por mucho que la sociedad española de los años 70 y primeros 80 era diferente a la del pasado, la censura seguía imperando en el "Consultorio de Elena Francis". En vida de Franco, aun ya en sus últimos años, el tema de los anticonceptivos y la homosexualidad no podía hablarse. Ya al comienzo de la Transición, Juan Soto Viñolo refería que el fondo y tono de las respuestas tenían que ir poco a poco conforme el comportamiento de la sociedad pues las costumbres ya eran claramente distintas.
Y en 1984, en pleno gobierno de los socialistas, era ridículo y anacrónico mantener un programa con un consultorio femenino que iba contracorriente. Los derechos de la mujer iban recobrándolos. Y Elena Francis "murió" definitivamente sin que los oyentes supieran quién era realmente aquella señora. La influencia del programa trascendió hasta convertirse en un fenómeno de masas. El libro se ha presentado esta tarde en la Feria del Libro de Sevilla.