Los rincones oscuros de la infancia
La pornografía en internet es un fenómeno normalizado, habitual y extenso.
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Se consume mucho más de lo que pensamos, con más frecuencia de la que suponemos y a edades mucho más tempranas de lo que imaginamos. Un reciente estudio de Jorge Coronado, director ejecutivo de Quántica 14, experto en ciberdelincuencia e investigador informático, así lo demuestra: la página porno más popular recibe en España 18 millones de visitas al día.
En páginas así, nadie que busque menores teclea esa palabra, básicamente porque no hace falta. Las categorías hijastra, vecinita o hermanastra conducen casi enseguida y por defecto a vídeos en los que se abusa de niños y niñas en un contexto sexual explícito.
Se estima que Internet muestra cada siete minutos a un menor siendo objeto de abusos sexuales. Y las imágenes en las que se ven inmersos son cada vez más gráficas, cada vez más abyectas. El último informe al respecto de Naciones Unidas alerta de que más de la mitad de las victimas que aparecen en vídeos, secuencias o películas tienen diez años o menos. La utilización de bebés no es en absoluto infrecuente.
