LA VOZ DE VIGORRA
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¡No perdamos las becas Erasmus!

JESUS VIGORRA 25 febrero 2020

Tras el brexit mucho se ha hablado, y más que se llorará, del perjuicio que traerá la grieta con el Reino Unido, por culpa de un error de estrategia de David Cameron en el primer referéndum y, luego, por un cabeza dura como la Boris Johnson que persiguió la desconexión hasta lograrla. Los primeros quebrantos ya se están notando en el agujero de 75.000 euros menos y sus repercusiones inmediatas en el campo español, pero hay otro roto del que nadie habla y va a suponer un paso atrás en la integración de Europa: el declive de los erasmus, tanto para los jóvenes británicos como para el resto de estudiantes europeos.

Un sistema de becas que todos los de mi generación y generaciones posteriores hemos lamentado no disponer hasta la aparición del Erasmus, en 1987, para promover el intercambio de estudiantes entre los estados que conforman la Unión. Los objetivos eran (y son) fomentar la movilidad en el ámbito de la enseñanza superior, tanto de profesores como de estudiantes, y generar conocimiento mutuo y solidaridad europea. Haber pasado por un Erasmus hace que los graduados tengan muchas más posibilidades de encontrar trabajo, y un trabajo mejor.

El reputado filólogo y escritor Umberto Eco llegó a escribir: "En la prensa económica se habla poco del programa de intercambios universitarios Erasmus, pero Erasmus ha creado la primera generación de jóvenes europeos. Yo la llamo una revolución sexual: un joven catalán encuentra a una chica flamenca, se enamoran, se casan y se convierten en europeos como sus hijos". Eco preveía la posibilidad de una futura ampliación del Erasmus: Tendría que ser obligatorio -decía-, y no sólo para los estudiantes: también para los taxistas, los fontaneros, los trabajadores. Pasar un periodo en otros países diferentes al propio, para integrarse.

Lástima que, al cabo de treinta y tres años, estas becas hayan ido a menos y que ese intercambio y penetración de unos jóvenes con otros, con el paso de los años, sea una realidad que se llama emigrar por falta de perspectivas laborales.

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