Una España ingobernable

Hemos llegado a un extremo difícil de imaginar. No sé si por causa de los unos o de los otros, del chalaneo de Esquerra, de las ambiciones de Iglesias o por la demasiada audacia de Pedro Sánchez. El caso es que aquí nadie gobierna, ni se espera a quién lo haga o pudiera. La situación no es atonía, sino directemente catalepsia. Las propuestas van y vienen; o mejor, van, navegan y vuelven sin tocar del Congreso a la Zarzuela; los temas los comenta la prensa y nadie más, porque la gente está a otra cosa, mientras que los políticos se mueven como si nada más importante sucediera en el mundo que lo suyo.

El presidente (en funciones) está más enajenado que nunca: nos mira por encima del hombro y por encima de los Pirineos, pues ya nos anunció anoche que se va para Bruselas a defender a España, a sacrificarse por los españoles. Deja encargado a Adriana Lastra que vaya reuniéndose con los partidos políticos: mareando la perdiz. Que ya, si acaso, él llamará por teléfono a los presidentes autonómicos para así justificar la devolución de la llamada al trabucaire de Quim Torra. En definitiva, los políticos obran para sí mismos mientras el desplome de la natalidad en nuestro país, -el país donde nacen menos chiquillos del mundo-, anuncia a gritos el final de unas pensiones impagables dentro de diez años.

Quevedo escribió de España: "Hay muchas cosas que, pareciendo que existen y tienen ser, ya no son nada sino un vocablo y una figura". Ni sombra de lo que fuimos. Si no hay una actitud, una esperanza y una forma de vida ¿Esto qué es lo que es? Una colmena sin maestra.