La vida sigue más allá del 'procés'

Cómo aquí el más tonto se cree que hace relojes, en la última semana se han dicho por todas partes muchas tonterías. Para nuestro bien, es de esperar que, además de decirlas, no las hagan y que la capacidad de autorregeneración de la democracia permita superar estos escollos donde el país embarra.

A pesar de todo, cuando los jóvenes independentistas después de apedrear a la policía se van a dormir su melopea revolucionaria, miles de personas se levanta para ir a currar; mientras el presidente de la supuesta nación catalana alienta las algaradas que bloquean carreteras y aeropuertos, las fuerzas de seguridad cumplen su deber con templaza ante tanta insensata provocación; mientras en el paseo de Gracia de Barcelona se libraba una batalla campal de rabia y ruido, en Montjuic se celebraba que un buen escritor como Javier Cercas, catalán anticatalanista, ganaba el Premio Planeta; mientras la familia de Franco no se entera de la misa la media y pide funerales de Estado en la exhumación de su abuelo, Carmen Calvo da por una vez en el clavo y ruega discreción; mientras por enésima vez un médico es atacado en la consulta, que es lugar sagrado pues allí curan nuestros padecimientos, hoy volverán a su trabajo, no exento del riesgo de que aparezca un energúmeno como el que ayer le rompió el tímpano a un médico en Rociana.

Mientras yo les cuento todo esto, Doñana amanece y resiste, y miles de andaluces madrugan para acudir a su trabajo, cumplir y ganar su pan. Si no fuera por ellos, quizá tendrían razón mañana los imbéciles de ayer.