FÚTBOL ES FÚTBOL
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"¡Gamero, cabrón, madridista!"

Una historia de Manuel Ladrón de Guevara
23 agosto 2019

Manuel Ladrón de Guevara


Una historia de 
Manuel Ladrón de Guevara

 

"Uno nunca es responsable de los desgraciados amores que inspira..."

(JAVIER MARÍAS, "Salvajes y sentimentales")

Cuenta Manuel Rivas, brillante escritor, moderado aficionado al fútbol y comedido  seguidor del Deportivo de La Coruña, una experiencia traumática que padeció  ejerciendo el periodismo deportivo. Publicó en la edición gallega del diario El País un artículo con un argumento inverosímil: se puede ser, decía, del Celta y del Deportivo a la vez.

El mismo día de la publicación le reclamó  su director para decirle que había recibido una llamada de Madrid. Aquel artículo escrito en gallego estaba siendo el más visitado en la web del periódico y llevaba ya más de 80.000 comentarios. “Bajé muy contento al bar, pedí una caña y uno me dijo: ¿Tú por qué no escribes de otras cosas? No tienes ni puta idea de fútbol. Otro me sacó fuera y me dio un consejo: Cuando quieras opinar otra vez de fútbol, primero pregúntame a mí. Después ya no quise leer los comentarios...”. Eso que ganó su equilibrio mental. 

Me gustan mucho los libros de Manuel Rivas, sus relatos y sus ensayos. Pero en este caso, me hubiera alineado sin dudarlo con los de la barra del bar. Dicho esto, esos mismos, los de la barra del bar, los de los comentarios en la web, es lo que nos piden a los narradores de fútbol: que seamos del Celta y Del Depor a la vez, del Betis y del Sevilla, del Barcelona y del Madrid. Y como lo que no puede ser no puede ser y además es imposible, nos convertimos en carne de cañón en esta época en la que cualquier excusa es buena para organizar un buen linchamiento en las redes sociales.

Recuerdo que en un Madrid-Barça que retransmitimos en Canal Sur   -debía ser a mediados de los 90- ocurrió una jugada en la que se reclamó un penalti de Abelardo sobre un delantero del Real Madrid. La jugada fue confusa, y no recuerdo exactamente qué dijimos. Joaquín Sierra, "Quino", que me acompañaba en los comentarios, se quedó el hombre un poco preocupado y se extrañaba al verme muy tranquilo. Recuerdo que le hice una reflexión parecida a la que refiero:  “en una jugada así podemos hacer tres cosas: decir que ES penalti, y entonces 20 seguidores del Barcelona llamarán  inmediatamente a Canal Sur para protestar; podríamos haber dicho que NO es penalti, e inmediatamente 20 aficionados del Real Madrid habrían llamado indignados; o podríamos no habernos mojado, y habrían llamado los 40 para ponernos como los trapos”. Conclusión, si te van a matar de todos modos, muramos al menos con dignidad.

Igual que los periodistas que hacen política votan en las elecciones a tal o cual partido político, quienes hemos hecho información deportiva nos alegramos o disgustamos con el juego y los goles de uno u otro equipo. Pero eso es una cosa, y otra acudir cada día al trabajo con la camiseta puesta. En su ensayo “El fin de una época”, Iñaki Gabilondo afirma:  "Uno puede ser periodista de izquierdas, pero periodista. Periodista del Opus, pero periodista. Incluso periodista masón, pero periodista al cabo. Porque nuestra condición de periodista nos parapeta en ese determinado tipo de cuadro..."

Yo siempre lo procuré así. Unas veces salió mejor y otras peor. Pero lo que uno no puede cambiar, y más en este tiempo de sobreexposición en las redes, es lo que los demás opinan de ti, de tu trabajo y del medio que te cobija.

Hace algunos años acudimos a retransmitir un partido de Segunda División mi compañero Angel Acién y yo. Era un estadio andaluz, y por lo tanto la gente nos conocía bastante bien. O eso creíamos. Al finalizar el choque, de camino al coche para regresar a Sevilla, un individuo, desde la distancia, dirigiéndose a mí me espetó a voz en grito: “¡Gamero, cabrón, madridista!”. Nunca suelo contestar a los insultos, pero me hizo tanta gracia el despropósito que ese día lo hice: “Ni una, campeón, no has dado ni una”. 

Fue un honor que me confundiera con el mejor periodista con el que he trabajado. Que es, además, mi amigo. 

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