LA VOZ DE VIGORRA
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El triste final de la historia del embajador

JESUS VIGORRA 9 diciembre 2019

Estos primeros días de diciembre se habló mucho de la historia del embajador británico en España, Hugh Elliott, que publicó un tuit el 3 de diciembre en el que contaba una anécdota de juventud vivida en Burgos. Una vecina de la ciudad, de nombre Lourdes, le dio cobijo en su casa durante varios días después de que a Elliott le perdieran la bicicleta y se viera desvalido y sin dinero a mitad del camino de Santiago. El vídeo del embajador decía: "Si todavía estás aquí, Lourdes, te digo gracias de nuevo y me encantaría decírtelo en persona".

Ya fuera por la proximidad de las fechas navideñas que nos pone blanditos, ya por la llegada de Greta a España, que también nos ablanda, el caso fue que el vídeo se hizo viral, todo el mundo ensalzaba la humanidad del embajador y de la buena samaritana. El caso es que a los pocos días tuvo respuesta: la mujer había muerto hacía un porrón de años de esclerosis, a los 35 de edad. Volvió a escribir el embajador lamentando el hecho y dando testimonio en favor de los enfermos de esclerosis y de las investigaciones que contra esta enfermedad se siguen.

La historia, sin dejar de ser tierna, me lleva a una reflexión: ¿Por qué tardamos tanto en descubrir lo que sentimos? ¿Por qué somos tan reacios a decir gracias o a decir te quiero? ¿Por qué si el embajador sentía esa deuda con la buena mujer de Burgos tardó 35 años en tratar de dar con ella? El final frustrado del embajador inglés debiera servirnos para pensar que la vida es demasiado corta para guardarnos los sentimientos que pudieran hacer feliz a otra persona. No hay mayor pecado que ocultar lo que sentimos.

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