UNA HISTORIA DE MANUEL LADRÓN DE GUEVARA

Gol en el viejo Domecq

 

16 julio 2019

Manuel Ladrón de Guevara


Una historia de 
Manuel Ladrón de Guevara

 

 

 

                                                                                  "La patria de un hombre es su infancia"
                                                                                          (R.M. Rilke)
 
El 18 de mayo de 1986 era domingo. Domingo de Pentecostés. El domingo 18 de mayo de 1986 -domingo de Pentecostés- por la mañana, yo no sabía qué iba a hacer con mi vida. El domingo de Pentecostés de 1986 -18 de mayo- en Jerez, hasta los más rocieros llevaban colgada junto a la medalla de la Virgen -una medalla muy vieja- la bufanda del Xerez CD. Porque aquella tarde, en el viejo, achacoso, apretado, añorado y muy querido ESTADIO DOMECQ, el Xerez se jugaba el ascenso a Segunda División.
Algunos años más tarde, cuando ya tenía clara la profesión a la que dedicaría mi vida, me ocurrió la anécdota que les relato. Fue en uno de los Mundiales de fútbol que cubrí para Canal Sur. España debutaba, y fuimos a buscar a uno de los compañeros del equipo, gran sevillista. Lo encontramos cómodamente instalado en la cama, en pijama. Nos dijo que no venía, que se quedaba en el hotel. Cuando le preguntamos por qué, nos contestó de manera memorable: "es que a mí no me gusta el fútbol. A mí lo que me gusta es el Sevilla FC”. 
Pues bien, a mí me pasaba aquel domingo de Pentecostés -18 de mayo de 1986- algo parecido. Porque a mí, antes que el fútbol, me gustó el Xerez CD. Yo vivía a solo unos metros del viejo estadio, era del barrio. Crecí viendo entrenarse a jugadores modestos pero que para aquel niño que yo era tenían una talla colosal. Un vecino empezó  llevarme a los partidos, y mi padre me regaló por unas buenas notas, probablemente  por lo insólito, un carnet de Preferencia. Creo que fue el mejor regalo que me hicieron en toda mi vida. Por el regalo y por quien me lo hizo. 
Pasé de ver los entrenamientos como un juego a contarle los entrenamientos a los oyentes de Radio Popular de Jerez. La radio empezó también como un juego. Un día me sentí mayor y decidí dejar de jugar, pero mi director, Andrés Luis Cañadas, me sentó en su despacho y me aconsejó que me dedicara a la información deportiva. “Tienes madera”, recuerdo que me dijo. Decidí pensármelo. Por eso, la mañana del domingo 18 de mayo de 1986 -Domingo de Pentecostés- yo estaba hecho un lío. No sabía si seguir jugando o hacerme mayor de uña puñetera vez. 
La tarde de aquel domingo remoto el Xerez se jugaba el ascenso a Segunda División. Lo hacía  como local contra un rival peligroso, la AD Ceuta, que aún tenía posibilidades de subir. El viejo Domecq, nuestro viejo, incómodo y querido estadio, estaba hasta arriba. Medio Jerez en el Rocío y el otro medio en el fútbol. Corrijo, todo Jerez en el fútbol, estuviera en el campo o en la aldea. Como escribió Jiménez Laz en el Diario al día siguiente “Cohetes, tracas, matracas gigantescas, tambores rocieros, bengalas de colores y cornetas que tocaron la carga de caballería...”. Y Manolo el del bombo, para que no faltara ni gloria. 
Que alegría ver así un estadio que solo unos meses atrás reunía apenas a un puñado de fieles irredentos. Recuerdo lo que me decía nuestro viejo capitán, Pedro Valencia: “Algunas veces no sabemos si saludar desde el centro del campo o subir a la grada y darle la mano uno a uno a los pocos que han venido...”. Entre los irreductibles recuerdo que se sentaba a nuestro lado, junto a la cabina minúscula de “los de la radio” un señor mayor, elegante, cuyo insulto más escandaloso a los árbitros siempre fue un comedido “arbitrucho, arbitrucho”. Por no tener no teníamos ni ultras. 
Aquella tarde el Xerez subió a Segunda División gracias a un gol de Antonio Poyatos tras una jugada tejida en la banda derecha por Paco Suárez y Adolfo (le llamábamos “el poni” y a él no le hacía gracia). Andrés, mi director, me confesó más tarde que nuestra retransmisión había emocionado a  los jerezanos que seguían el partido desde el Rocío. Fue aquella noche cuando lo tuve claro. Si era capaz de emocionar y emocionarme, y ganarme la vida de camino, yo quería dedicarme a aquello.
Y no me ha ido mal. Gracias a Andrés, a Pepe Gutiérrez, a Moncho, Felipe Rivas,  Antonio Torres, Pedro Valencia, Antonio Poyatos, Manolo Perdigones, Paco Suárez, Juan Pozo, Adolfo y a todos los demás. Vinieron otros ascensos, hasta uno a Primera División, otros goles, otras retransmisiones, Canal Sur, otros estadios... Pero siempre que me preguntan cual es el gol que más me gustó contar, inmediatamente me viene a la memoria  aquel domingo de Pentecostés -18 de mayo de 1986- viejo estadio Domecq, Suárez avanza por la banda derecha y Adolfo le pide la pelota...
 

 

 

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