En 1939, cuando estalló la II Guerra Mundial, GINO BARTALI era probablemente el mejor corredor del momento. Ganador del Giro en 1936 y 1937 y el Tour en 1938, fue adoptado por el régimen de Mussolini como prototipo de "hombre nuevo".
Pero aquel símbolo del Partido Nacional Fascista, a quien se permitía entrenarse con tranquilidad por las carreteras de su Toscana natal, aprovechó la fama para completar la carrera más difícil, peligrosa y brillante de su vida.
Los policías que conversaban y se hacían fotos con él no sospechaban que en el cuadro de la bicicleta y debajo del sillín llevaba escondidos papeles y fotografías que salvarían la vida de casi 1.000 judíos.
A su muerte, ocurrida en el año 2000, el Estado de Israel lo reconoció como "JUSTO ENTRE LAS NACIONES". Aquel rudo y devoto agricultor florentino jamás quiso hablar del asunto mientras vivió. Cuando su hijo Andrea le preguntó, se limitó a decir: "el bien se hace. Pero no se dice".